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General: La Tierra donde Nadie es Viejo
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De: Marti2 (Mensaje original) |
Enviado: 26/08/2010 07:07 |
Como sé que la mayoria son haragánes para leer mucho jeje, les voy a dejar por partes trocitos de un libro de Chopra, así no se cansan y lo leen todo, al menos lo intento jajajaj. Sobre todo para los mayores, aunque tiene muchas cosas innteresantes para todas las edades.
Estoy segura lo disfrutarán como yo medítenlo además, les será muy útil.
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La Tierra donde Nadie es Viejo
Me gustaría que me acompañaras en un viaje de descubrimiento. Exploraremos un lugar donde las reglas de la existencia cotidiana no tienen aplicación. Estas reglas dicen, explícitamente, que envejecer, tomarse frágil y morir es el destino último de todos. Y así ha ocurrido, siglo tras siglo. Sin embargo, quiero que dejes en suspenso tus supuestos sobre lo qué llamamos realidad, para que podamos convertimos en pioneros en una tierra donde el vigor juvenil, la renovación, la creatividad, el gozo, la satisfacción y la atemporalidad son experiencias comunes de la vida cotidiana, donde la vejez, la senectud, la invalidez y la muerte no existen y no son siquiera tenidas en cuenta como posibilidad.
Si existe un lugar así. ¿qué nos impide ir allí? No se trata de una oscura masa continental ni es un peligroso mar no registrado en los mapas. Es nuestro condicionamiento, nuestra visión del mundo actual y colectiva, la que nos enseñaron nuestros padres, los maestros y la sociedad. Esta manera de ver las cosas (el antiguo paradigma) ha sido justamente llamado «hipnosis de condicionamiento social»: una ficción inducida y en la que todos hemos acordado colectivamente participar.
Tu cuerpo envejece sin que puedas dominarlo porque ha sido programado para cumplir las reglas de ese condicionamiento colectivo. Si algo hay de natural e inevitable en el proceso del envejecimiento, no se podrá saber hasta que se rompan las cadenas de nuestras antiguas creencias. A fin de crear la experiencia del cuerpo sin edad y la mente sin tiempo, es preciso que descartes diez supuestos sobre quién eres y cuál es la verdadera naturaleza de la mente y el cuerpo. Estos supuestos constituyen los cimientos de la visión del mundo que compartimos.
Ellos son:
1.- Existe un mundo objetivo, independiente del observador, y nuestros cuerpos son un aspecto de este mundo objetivo.
2.- El cuerpo está compuesto por masas de materia, separadas entre si en el tiempo y el espacio.
3.- Mente y cuerpo son cosas separadas e independientes la una de la otra.
4.- El materialismo es primario, la consciencia es secundaria. En otras palabras, somos máquinas físicas que han aprendido a pensar.
5- La consciencia humana puede ser explicada por completo como producto de la bioquímica.
6.- Como individuos, somos entidades desconectadas y autosuficientes.
7.- Nuestra percepción del mundo es automática y nos brinda una imagen adecuada de cómo son realmente las cosas.
8.- Nuestra verdadera naturaleza queda totalmente definida por el cuerpo, el yo y la personalidad. Somos briznas de recuerdos y deseos encerrados en paquetes de came y huesos.
9.- El tiempo existe como absoluto y somos cautivos de ese absoluto. Nadie escapa a los estragos del tiempo.
10.- El sufrimiento es necesario: forma parte de la realidad. Somos víctimas inevitables de la enfermedad, el envejecimiento y la muerte.
Estos supuestos van mucho más allá del envejecimiento: definen un mundo de separación, decadencia y muerte. El tiempo es visto como una prisión de la que nadie escapa: nuestro cuerpo es una máquina bioquímica que. como todas las máquinas, debe acabar por detenerse. “A cierta edad - afirmó Lewis Thomas cierta vez - está en nuestra naturaleza desgastarnos, caer en trastornos y morir, y eso es todo.” Esta postura, la línea dura de 1a ciencia materialista, pasa por alto una gran parte de la naturaleza humana. Somos las únicas criaturas de la Tierra que pueden cambiar su biología por lo que piensan y sienten. Poseemos el único sistema nervioso que tiene consciencia del fenómeno del envejecimiento. Los leones y los tigres viejos no se dan cuenta de lo que les pasa, pero nosotros si. Y como tenemos consciencia de las cosas, nuestro estado mental influye sobre aquello de lo que tenemos consciencia.
Seria imposible aislar un solo pensamiento, una sensación, una sola creencia o supuesto que no tenga algún efecto sobre el envejecimiento, directa o indirectamente. Nuestras células escuchan constantemente a nuestros pensamientos y se ven cambiadas por ellos. Un ataque de depresión puede causar desastres en el sistema inmunológico; enamorarse puede fortalecerlo. La desesperación y la falta de esperanzas aumentan el riesgo de sufrir ataques cardiacos o contraer un cáncer, acortando así la vida. El gozo y la satisfacción nos mantienen saludables y prolongan la vida. Esto significa que no es posible trazar con certeza la línea entre biología y psicología. El recuerdo de una tensión, que es sólo una brizna de pensamiento, libera el mismo torrente de hormonas destructivas que la tensión en sí.
Como la mente influye sobre todas las células del cuerpo, el envejecimiento humano es fluido y cambiante; puede acelerarse, demorarse. detenerse un tiempo y hasta revertirse. Cientos de descubrimientos científicos de las tres últimas décadas han verificado que el envejecimiento depende del individuo en un grado mucho mayor del que se ha soñado nunca.
Sin embargo, el descubrimiento más significativo no se encuentra en los hallazgos aislados, sino en una visión del mundo completamente nueva. Los diez supuestos del antiguo paradigma no describen acertadamente nuestra realidad. Son invenciones de la mente humana que hemos convertido en reglas. Para desafiar el envejecimiento en su centro mismo, es preciso desafiar primero toda esta visión del mundo, pues nada tiene más poder sobre el cuerpo que las creencias de la mente.
Cada supuesto del antiguo paradigma se puede reemplazar con una versión más completa y expandida de la verdad. Estos nuevos supuestos son también sólo ideas creadas por la mente humana, pero nos otorgan mucha más libertad y poder. Nos brindan la capacidad de reescribir el programa de envejecimiento que ahora dirige nuestras células.
Los diez supuestos nuevos son:
1.- El mundo físico, incluidos nuestros cuerpos, es una reacción del observador. Creamos el cuerpo según creamos la experiencia de nuestro mundo,
2.- En su estado esencial, el cuerpo está compuesto de energía y de información, no de materia sólida. Esta energía e información es un afloramiento de infinitos campos de energía e información que abarcan el universo.
3.- La mente y el cuerpo son inseparablemente uno. La unidad que soy yo se separa en dos corrientes de experiencia. Experimento la corriente subjetiva como ideas, sentimientos y deseos. Experimento la corriente objetiva como mi cuerpo. Sin embargo, en un plano más profundo las dos corrientes se encuentran en una sola fuente creativa. Es a partir de esta fuente desde donde debemos vivir,
4.- La bioquímica del cuerpo es un producto de la consciencia. Creencias, pensamientos y emociones crean las reacciones químicas que sostienen la vida en cada célula. Una célula envejecida es el producto final de la consciencia que ha olvidado cómo mantenerse nueva.
5.- La percepción parece ser automática, pero en realidad es un fenómeno aprendido. El mundo en que vives, incluida la experiencia de tu cuerpo, está completamente inspirado en el modo en que aprendiste a percibirlo. Si cambias tu percepción, cambias la experiencia de tu cuerpo y de tu mundo.
6.- Hay impulsos de inteligencia que crean en tu cuerpo formas nuevas a cada segundo. Lo que tú eres equivale a la suma total de estos impulsos y, al cambiar sus esquemas, cambiaras tú.
7.- Aunque cada persona parezca separada e independiente, todos nosotros estamos conectados a patrones de inteligencia que gobiernan el cosmos entero. Nuestros cuerpos son parte de un cuerpo universal; nuestras mentes, un aspecto de la mente universal.
8.- El tiempo no existe como absoluto; sólo la eternidad. El tiempo es eternidad cuantificada, atemporalidad cortada por nosotros en fragmentos y trozos (segundos, horas, días, años). Lo que llamamos tiempo lineal es un reflejo de nuestro modo de percibir el cambio. Si pudiéramos percibir lo inmutable, el tiempo dejaría de existir tal como lo conocemos. Podemos aprender como empezar la metabolización de lo inmutable, la eternidad, lo absoluto. Al hacerlo estaremos listos para crear la fisiología de la inmortalidad.
9.- Cada uno de nosotros habita una realidad que se encuentra más allá de todo cambio. En lo más profundo de nosotros, sin que lo sepan los cinco sentidos, existe un intimo núcleo de ser, un campo de inmutabilidad que crea la personalidad, el yo y el cuerpo. Este ser es nuestro estado esencial; es quien realmente somos.
10.- No somos víctimas del envejecimiento, la enfermedad y la muerte. Estos son partes del escenario, no del espectador, que es inmune a cualquier forma de cambio. Ese espectador es el espíritu. la expresión del ser eterno.
Estos son vastos supuestos, factores de una nueva realidad, pero todos se basan en los descubrimientos de la física cuántica hechos hace casi cien años. Las semillas de este nuevo paradigma fueron plantadas por Einstein, Bohr, Heisenberg y los demás pioneros de la física cuántica, quienes comprendieron que el modo aceptado de ver el mundo físico era falso. Aunque las cosas de “allí fuera” parecen reales, no hay prueba de la realidad aparte del observador. No hay dos personas que compartan exactamente el mismo universo. Cada visión del mundo crea su propio mundo.
Quiero convencerte de que eres mucho más que tu limitado cuerpo, tu yo y tu personalidad. Las reglas de causa y efecto, tal como las aceptas, te han apretado en el volumen de un cuerpo y la duración de una vida. En realidad, el campo de la vida humana es abierto e ilimitado. En su plano más profundo, tu cuerpo carece de edad y tu mente, de tiempo. Una vez que te identifiques con esa realidad, que es consistente con la visión cuántica del mundo, el envejecimiento cambiará fundamentalmente.
Continuará....
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Le he leido y quedo a la espera de tu promesa de irnos dando a cuenta gotas este remedio , que tanto bien nos hace al alma . Un abrazote |
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Querida Marti, que tema tan interesane nos compates, muy cierto que los años hacen estragos en nuestro cuerpo, pero también es cierto que la juventud se lleva en el alma, es la actitud que tengamos frente a la vida la que nos hace disfrutar cada instante cada segundo cada hora...
como dice en este texto, hay que poner en marcha el plan de..
EL CUERPO SIN EDAD Y LA MENTE SIN TIEMPO
Estaremos esperando la continuacion.
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De: Marti2 |
Enviado: 27/08/2010 07:38 |
Pues si les gusta voy en busca e mas ......
Aqui ta:
Acabemos con la tiranía de los sentidos
¿ Por qué aceptamos algo como real ? Porque podemos verlo y tocarlo. Todo el mundo tiene un prejuicio en favor de las cosas que son reconfortantemente tridimensionales, tal como nos lo informan nuestros cinco sentidos. La vista, el oído, el tacto, el gusto y el olfato sirven para reforzar el mismo mensaje: las cosas son lo que parecen. Según esta realidad, la Tierra es plana. el suelo se mantiene estacionario bajo tus pies, el sol se eleva por el este y se pone por el oeste, todo porque así lo parece a los sentidos. Estos hechos fueron inmutables todo el tiempo que se aceptó sin cuestionamiento a los cinco sentidos.
Einstein comprendió que el tiempo y el espacio también son productos de nuestros cinco sentidos; vemos y tocamos cosas que ocupan tres dimensiones y experimentamos los hechos como si ocurrieran en orden de secuencia. Sin embargo, Einstein y sus colegas pudieron retirar esta máscara de apariencias. Reacomodaron el tiempo y el espacio en una nueva geometría que no tenía principio ni fin, bordes ni solidez. Cada partícula sólida del universo resultó ser un fantasmal manojo de energía que vibraba en un inmenso vacío.
El antiguo modelo del espacio-tiempo quedó hecho trizas, reemplazado por un atemporal y fluyente campo de transformación constante. Este campo cuántico no está separado de nosotros: es nosotros. Allí donde va la Naturaleza para crear estrellas, galaxias, quarks y leptones, tú y yo vamos para creamos a nosotros mismos. La gran ventaja de esta nueva visión del mundo es su inmensa creatividad: el cuerpo humano, como todo lo demás en el cosmos, es constantemente hecho de nuevo a cada segundo. Aunque tus sentidos informen que habitas en un cuerpo sólido en el tiempo y el espacio, ésta es sólo la capa más superficial de la realidad. Tu cuerpo es algo mucho más milagroso: un organismo fluyente, potenciado por millones de años de inteligencia. Esa inteligencia está dedicada a supervisar el cambio constante que tiene lugar dentro de ti. Cada célula es una terminal en miniatura conectada al ordenador cósmico.
Desde esta perspectiva, apenas parece posible que los seres humanos puedan envejecer. Por débil e indefenso que parezca un bebé recién nacido, tiene una estupenda defensa contra los estragos del tiempo. Si el bebé pudiera conservar su estado de inmunidad casi invulnerable, todos viviríamos por lo menos doscientos años, según calculan los fisiólogos. Si el bebé pudiera conservar sus relucientes arterias, flexibles como la seda, el colesterol no hallaría dónde alojarse y las enfermedades cardiacas serian desconocidas. Cada una de los cincuenta billones de células de un recién nacido es límpida como una gota de lluvia, sin rastros de desechos tóxicos; esas células no tienen motivo para envejecer, porque dentro de ellas nada ha comenzado a desordenar su perfecto funcionamiento. Sin embargo, las células del bebé no son nuevas, en realidad: los átomos que contienen han estado circulando por el cosmos durante miles de millones de años. Pero el bebé es nuevo merced a una inteligencia invisible que se ha unido para modelar una forma de vida única. El campo atemporal ha inventado un nuevo paso de baile: los ritmos palpitantes de un cuerpo recién nacido.
El envejecimiento es una máscara de la pérdida de esta inteligencia. La física cuántica nos dice que no hay final para la danza cósmica: el campo de energía e información universal nunca deja de transformarse, tomándose nuevo a cada instante. Nuestros cuerpos obedecen a ese mismo impulso creativo. A cada segundo, en cada célula se producen aproximadamente seis billones de reacciones. Si alguna vez se detuviera esa corriente de transformación, tus células caerían en el desorden, que es sinónimo de envejecimiento.
El pan de ayer se vuelve rancio porque está allí, presa de la humedad, los hongos, la oxidación y varios procesos químicos destructivos. Un barranco de tiza se desmorona con el tiempo porque el viento y la lluvia lo castigan. sin que él tenga poder para reconstruirse. Nuestros cuerpos también soportan el proceso de oxidación y el ataque de hongos y gérmenes diversos; están expuestos al mismo viento, a la misma lluvia. Pero nosotros, a diferencia de la hogaza de pan o el barranco de tiza, podemos renovamos. Nuestros huesos no se limitan a acumular calcio, como la tiza: lo hacen circular. Constantemente entran a nuestros huesos nuevos átomos de calcio, que vuelven a salir para convertirse en parte de la sangre, la piel u otras células, según lo exijan las necesidades del cuerpo.
A fin de mantener la vida, tu cuerpo debe vivir en las alas del cambio. En este momento exhalas átomos de hidrógeno, oxígeno, carbono y nitrógeno que, apenas un instante antes, estaban encerrados en materia sólida; tu estómago, tu hígado, el corazón, los pulmones y el cerebro van desapareciendo en el aire, reemplazados tan rápida e incesantemente como se descomponen. La piel se renueva una vez al mes; el recubrimiento del estómago, cada cinco días; el hígado, cada seis semanas; el esqueleto, cada tres meses.
A simple vista, estos órganos parecen iguales en cada momento, pero están en flujo permanente. Hacia finales de este año, el 98 por ciento de los átomos de tu cuerpo habrán sido cambiados por otros nuevos.
Una enorme proporción de este cambio incesante obra en tu beneficio. Sólo una enzima entre millones reacciona con un aminoácido de un modo que no alcance la perfección; apenas una neurona entre miles de millones efectúa una mala descarga; en una hebra de ácido desoxirribonucleico. codificada con millones y más millones de informaciones genéticas, sólo una puede dejar de repararse correctamente cuando se produce un daño. Estos raros errores son imperceptibles y uno piensa que no tienen mucha importancia. El cuerpo humano es como un gran actor shakespeariano, capaz de representar mil veces a Hamlet y vacilar en una sola sílaba. Pero las grietas invisibles en la perfección del cuerpo tienen su importancia. La precisión de nuestras células va fallando en lenta proporción. Lo siempre nuevo se toma levemente menos nuevo. Y envejecemos.
A partir de los 30 años, al paso de tortuga de un 1 por ciento anual, el cuerpo humano medio empieza a descalabrarse: aparecen arrugas, la piel pierde su tono y su frescura, los músculos comienzan a aflojarse. En vez de indicar tres partes de músculo por una de grasa. las proporciones se van igualando: la vista y el oído disminuyen: los huesos se afinan y se toman quebradizos. La fuerza y la resistencia declinan sin pausa, con lo que nos es más difícil realizar el mismo trabajo que antes. Asciende la presión sanguínea y muchos elementos bioquímicos se apartan de sus niveles óptimos; el más preocupante para los médicos es el colesterol, que se eleva gradualmente con el correr de los años, marcando el insidioso avance de las dolencias cardiacas, que matan a más personas que ninguna otra enfermedad. En otros frentes, las mutaciones celulares comienzan a desmandarse, creando tumores malignos que atacan a una persona de cada tres, sobre todo después de los 65 años.
Con el tiempo, estos diversos «cambios de la edad», como los llaman los gerontólogos, ejercen una influencia masiva. Son las mil pequeñas olas que traen la marea de la vejez. Pero en cualquier momento dado, el envejecimiento sólo explica el 1 por ciento del total de cambios que se producen anualmente en tu cuerpo. En otras palabras: el 99 por ciento de la energía e inteligencia que te componen permanece sin tocar por el proceso de envejecimiento. Si tomamos el cuerpo como proceso, al eliminar este 1 por ciento de disfunción se acabaría con el envejecimiento. Pero ¿ cómo atacamos ese 1 por ciento ? Para responder a esto debemos hallar la llave de control que manipula la inteligencia interior del cuerpo.
La nueva realidad introducida por la física cuántica nos ha posibilitado, por primera vez, manipular la inteligencia invisible que subyace bajo el mundo visible. Einstein nos enseñó que el cuerpo físico, como todos los objetos materiales, es una ilusión: tratar de manipularlo puede ser como asir la sombra y pasar por alto la sustancia. El mundo invisible es el verdadero mundo: cuando estamos dispuestos a explorar los planos no vistos del cuerpo, podemos recurrir al inmenso poder creativo que yace en nuestra fuente. Permíteme expandirme sobre los diez principios del nuevo paradigma a la luz de ese potencial oculto que espera bajo la superficie de la vida.
1.- No hay un mundo objetivo independiente del observador
El mundo que aceptas como real parece tener cualidades definidas. Algunas cosas son grandes; otras, pequeñas: algunas cosas son duras; otras, blandas. Sin embargo, ninguna de estas cualidades tiene significado fuera de tu percepción. Toma un objeto cualquiera: una silla plegable, por ejemplo. Para ti la silla no es muy grande: para una hormiga, sin embargo, es inmensa. Para ti la silla es dura, pero un neutrino la atravesaría sin aminorar su marcha, porque para una partícula subatómica los átomos de la silla están separados por kilómetros enteros. La silla parece estar inmóvil, pero si la observaras desde el espacio exterior la verlas pasar girando, con todo lo que hay en la Tierra, a 1.600 kilómetros por hora. De igual modo, cualquier descripción que hagas de la silla se puede alterar por completo, simplemente cambiando tu percepción. Si la silla es roja, puedes hacer que parezca negra mirándola a través de un cristal verde. Si la silla pesa dos kilos y medio, puedes reducir su peso a un kilo poniéndola en la Luna o aumentarlo a cincuenta mil kilos poniéndola en el campo gravitatorio de una estrella densa.
Como no hay cualidades absolutas en el mundo material, es falso decir que existe siquiera un mundo independiente “allí fuera”. El mundo es un reflejo del aparato sensorial que lo registra. El sistema nervioso humano capta sólo una fracción insignificante, menos de una parte por mil millones, de la energía total que vibra en el medio. Otros sistemas nerviosos, tales como el de un murciélago o una serpiente, reflejan un mundo diferente que coexiste con el nuestro. El murciélago percibe un mundo de ultrasonido: la serpiente, un mundo de luz infrarroja, ambos ocultos para nosotros.
“Allí fuera” sólo hay, en realidad, datos sin forma, en estado bruto, esperando ser interpretados por ti, el que percibe. Tomas una “sopa cuántica en flujo, radicalmente ambigua”, como la llaman los físicos, y utilizas tus sentidos para congelar esa sopa en el mundo sólido tridimensional. Sir John Eccles, el eminente neurólogo británico, pincha la ilusión sensorial con una aseveración asombrosa, pero irrefutable: “Debéis comprender que no hay color en el mundo natural, ni sonido; nada de ese tipo: ni texturas, ni diseños, ni belleza ni aromas...” En pocas palabras, ninguno de los hechos objetivos en los que solemos basar nuestra realidad es fundamentalmente válido.
Por perturbador que esto pueda parecer, es una increíble liberación comprender que puedes cambiar tu mundo, incluido tu cuerpo, simplemente cambiando tu percepción. En este mismo instante, la percepción que tienes de ti mismo está causando cambios inmensos en tu cuerpo. Para dar un ejemplo: en Estados Unidos y en Inglaterra, la jubilación obligatoria a la edad de 65 años establece una fecha de corte arbitraria para la utilidad social. El día antes de cumplir los 65 años, un trabajador aporta a la sociedad su obra y su valor; el día después se convierte en uno de los que dependen de la sociedad. Desde el punto de vista médico, los resultados de este cambio perceptual pueden ser desastrosos. En los primeros años posteriores a la jubilación, el ataque cardiaco y el cáncer se elevan raudamente; una muerte prematura se adueña de hombres que eran saludables antes de jubilarse. La “muerte por retiro prematuro”, como se llama al síndrome, depende de la percepción de que se han terminado nuestros días útiles; esto es sólo una percepción, pero basada en quien la sostiene para crear enfermedad y muerte.
Por comparación, en aquellas sociedades que aceptan la vejez como parte de la trama social, los ancianos se mantienen sumamente vigorosos: levantan pesos, trepan y flexionan la espalda de un modo que no aceptamos como normal en nuestros mayores.
Si examinas las células viejas, como las que forman manchas parduscas en la piel, con un microscopio de alta potencia, la escena presenta la devastación de una zona en guerra. Por aquí y por allá corren vetas fibrosas: los depósitos de grasa y desechos metabólicos sin descartar forman feos terrones: esos pigmentos oscuros y amarillentos que llamamos lipofucina se han acumulado al punto de ensuciar entre un 10 y un 30 por ciento del interior de la célula.
CONTINUARÁ |
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Tan interesante como la primera parte, gracias Marti por compartirlo.
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De: MIRYTA |
Enviado: 30/09/2010 01:07 |
SI,QUE CONTINUE...HAY QUE SABER COMO ,PORQ' Y
TANTOS CUESTIONAMIENTOS DEL SACUDIMIENTO
DE LA POLILLA...JEJE,GRACIAS MARTI!!
ME INTERESO MUCHO... |
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De: GILDA08 |
Enviado: 01/11/2010 11:45 |
Gracias Miryta, por traer este post, como respuesta a otro que yo puse.
Querida Marti, gracias por la aportación al traernos este tema tan renovador para el espíritu.
Lectura para saborearla despacio, como un rico postre.
Un abrazo con cariño, a todos.
Gilda. |
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De: GILDA08 |
Enviado: 01/11/2010 11:52 |
Decidí ayudarle a Marti, con su maletita de cuando viene a visitarnos...
jejeje ... es lo que sigue...
De: Marti2 |
Enviado: 25/09/2009 00:54 |
Esta escena de devastación es creada por procesos subcelulares que han fallado: mas si miras con una lente menos materialista, verás que las células viejas son como mapas de la experiencia de una persona. Allí están impresas las cosas que te han hecho sufrir junto con las que te han proporcionado alegría. Las tensiones que olvidaste hace tiempo en el plano consciente siguen enviando señales, como microchips sepultados, y te causan ansiedad, nerviosismo, fatiga, aprensión, resentimientos, dudas, desilusiones; esas reacciones cruzan la barrera entre mente y cuerpo para convertirse en parte de ti. Los depósitos tóxicos acumulados en las células viejas no se presentan de modo uniforme: algunas personas adquieren muchos más que otras, aunque entre ellas exista poca diferencia genética. Por la época en que cumplas los 70 años, tus células tendrán un aspecto único, pues reflejarán las experiencias únicas que has procesado y metabolizado en tus tejidos y órganos.
El poder procesar las caóticas vibraciones en bruto de la “sopa cuántica”, convirtiéndolas en fragmentos de realidad significativos y ordenados, abre enormes posibilidades creativas. Sin embargo, estas posibilidades sólo existen cuando tienes consciencia de ellas. Mientras lees esto, una enorme porción de tu consciencia se dedica a crear tu cuerpo sin participación tuya. El que llamamos sistema nervioso autónomo o involuntario fue diseñado para manejar funciones que han escapado a tu consciencia. Si echaras a andar por la calle absorto en tus pensamientos, los centros involuntarios de tu cerebro no dejarían de lidiar con el mundo, alertas a cualquier peligro y preparados para activar instantáneamente la reacción.
Cien cosas a las que no prestas ninguna atención prosiguen sin pausa: respirar, digerir, crear células nuevas, reparar las viejas dañadas, purificar toxinas, mantener el equilibrio hormonal, convertir la energía acumulada de grasa en glucemia, dilatar las pupilas, subir y bajar la presión arterial, mantener la temperatura del cuerpo, balancearse al caminar, mover la sangre entre los grupos de músculos que hacen el mayor esfuerzo y percibir ruidos y movimientos en el ambiente circundante.
Estos procesos automáticos juegan un papel enorme en el envejecimiento, pues al envejecer declina nuestra capacidad de coordinar estas funciones. Una vida entera de existencia inconsciente conduce a numerosos deterioros: en cambio, una vida entera de participación consciente los previene. El mero acto de prestar atención consciente a las funciones corporales, en vez de dejarlas en piloto automático, cambiará tu modo de envejecer. Todas las funciones supuestamente involuntarias, desde el latir del corazón y el respirar hasta la digestión y la regulación de hormonas, se pueden tratar conscientemente. La era de la “biorrealimentación” y la meditación nos lo han enseñado: se ha instruido a pacientes, en laboratorios mente-cuerpo, para que bajen a voluntad su presión sanguínea o para que reduzcan las secreciones ácidas que provocan las úlceras, entre varias decenas de cosas. ¿Por qué no aplicar esta capacidad al proceso de envejecimiento? ¿Por qué no cambiar los viejos patrones de percepción por otros nuevos? Como ya veremos, abundan las técnicas para influir ventajosamente sobre el sistema nervioso involuntario.
2.- Nuestro cuerpo está compuesto de energia e información
Para transformar los patrones del pasado debes saber de qué están hechos. Tu cuerpo parece estar compuesto de materia sólida que se puede descomponer en moléculas y átomos, pero la física cuántica nos dice que cada átomo es en más del 99,9999 por ciento espacio vacío, y que las partículas subatómicas que se mueven a fulgurante velocidad por ese espacio son, en realidad, manojos de energía vibrante. Sin embargo, estas vibraciones no se producen al azar y sin significado: portan información. Así, un grupo de vibraciones es codificado como átomo de hidrógeno: otro, como oxigeno. Cada elemento es, de hecho, su propio código único.
Los códigos son abstractos: también lo son, en último término, nuestro cosmos y cuanto contiene. Si descomponemos la estructura física del cuerpo para llegar a su fuente última, nos veremos en un callejón sin salida, pues las moléculas ceden paso a átomos: los átomos, a partículas subatómicas, y estas partículas, a fantasmas de energía que se disuelven en un espacio vacío. Este vacio está misteriosamente impreso con información, aun antes de que se exprese información alguna. Así como en tu memoria existen, silenciosamente, miles de palabras sin que las pronuncies, así el campo cuántico contiene el universo entero de forma inexpresada: así ha sido desde la Gran Explosión, cuando millones de galaxias estaban comprimidas en un espacio millones de veces más pequeño que el punto con que acaba esta frase. Sin embargo, aun antes de ese punto infinitesimal, la estructura del universo existía de forma inmanifiesta.
La materia esencial del universo, incluido tu cuerpo, es no materia, pero no es no materia vulgar. Es no materia pensante. El vacío que existe dentro de cada átomo palpita de inteligencia invisible. Los genetistas localizan primariamente esa inteligencia dentro del ADN, pero sólo en aras de la conveniencia. La vida se despliega a medida que el ADN imparte su inteligencia codificada a su gemelo activo, el ácido ribonucleico. que a su vez entra en la célula e imparte fragmentos de inteligencia a miles de enzimas, las que luego usan sus fragmentos específicos de inteligencia para hacer proteínas. En cada punto de esta secuencia es preciso intercambiar energía e información: de lo contrario no se podría construir vida a partir de la materia inerte.
El cuerpo humano obtiene su energía primaria quemando azúcar, que es transportado a las células en forma de glucosa o glucemia. La estructura química de la glucosa se relaciona estrechamente con la de la sacarosa o azúcar común de mesa. Pero si quemas azúcar común no obtendrás las exquisitas y complejas estructuras de una célula viviente; sólo obtendrás un terrón chamuscado de ceniza, rastros de agua y dióxido de carbono en el aire.
El metabolismo es más que un proceso de combustión: es un acto inteligente. El mismo azúcar que permanece inerte en un cubo mantiene la vida con su energía, porque las células del cuerpo le infunden una nueva información. El azúcar puede aportar su energía a una célula del riñón, del corazón o del cerebro, por ejemplo. Todas estas células contienen formas de inteligencia completamente únicas: la contracción rítmica de una célula cardiaca se diferencia por completo de las descargas eléctricas de una célula cerebral o del intercambio de sodio de una célula renal.
Por maravillosa que sea esta riqueza de inteligencia diversa, en el fondo hay una sola inteligencia compartida por todo el cuerpo. Es el flujo de esa inteligencia lo que te mantiene vivo; cuando deja de fluir, en el momento de la muerte, todo el conocimiento depositado en tu ADN queda inutilizado. Al envejecer, este flujo de inteligencia se ve dificultado de varias maneras. La inteligencia específica de los sistemas inmunológico, nervioso y endocrino comienza a caer: los fisiólogos saben ahora que estos tres sistemas funcionan como controles principales del cuerpo. Las células inmunológicas y las glándulas endocrinas están equipadas con los mismos receptores de señales cerebrales que las neuronas; por lo tanto, son como una extensión del cerebro. Esto nos impide confinar la senectud a la materia gris; cuando se pierde inteligencia en el sistema inmunológico o en el endocrino, se infiltra la senectud en todo el cuerpo.
Como todo esto ocurre en un plano invisible e inmanifiesto, las pérdidas pasan desapercibidas hasta que llegan a una etapa muy avanzada y se expresan en un síntoma físico. Los cinco sentidos no pueden profundizar tanto como para experimentar los millones de intercambios cuánticos que crean el envejecimiento. La tasa de cambio es, a un tiempo. demasiado veloz y demasiado lenta: demasiado veloz, porque las reacciones químicas individuales requieren menos de una diezmilésima de segundo; demasiado lenta, porque su efecto acumulativo no se mostrará en años enteros. Estas reacciones involucran información y energía en una escala millones de veces más pequeña que un solo átomo.
El deterioro de la edad seria inevitable si el cuerpo fuera simplemente material, porque todas las cosas materiales son presa de la entropía, la tendencia de los sistemas ordenados a desordenarse. El ejemplo dásico de la entropía es un automóvil que se oxida en un basurero; la entropía descompone la ordenada maquinaria en óxido deshecho. No hay posibilidades de que el proceso funcione a la inversa, de que un montón de chatarra oxidada se recomponga en un auto nuevo. Pero la entropía no se aplica a la inteligencia: una parte invisible de nosotros es inmune a los estragos del tiempo. La ciencia moderna apenas comienza a descubrir las implicaciones de todo esto, pero ha sido impartido durante siglos mediante las tradiciones espirituales en las que los maestros han preservado la juventud del cuerpo hasta edad muy avanzada.
La India. China. Japón y. en menor proporción, el Occidente cristiano, han dado nacimiento a sabios que captaron su naturaleza esencial como flujo de inteligencia. Al preservar y nutrir ese flujo año tras año, superaron la entropía desde un plano más profundo de la Naturaleza. En la India, el flujo de inteligencia recibe el nombre de prana (generalmente traducido como “fuerza vital”), que puede aumentar y decrecer a voluntad, mover de un lado a otro y manipular a fin de mantener el orden y la juventud en el cuerpo físico. Como ya veremos, la capacidad de establecer contacto con el prana y utilizarlo está dentro de todos nosotros. Los yoguis mueven el prana sin utilizar otra cosa que la atención, pues, en un plano profundo, la atención y el prana son lo mismo: la vida es consciencia, la consciencia es vida.
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De: MIRYTA |
Enviado: 01/11/2010 18:33 |
QUE BIEN QUE LO ACTUALIZASTE!!
GRACIAS! |
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