Cuando llega la muerte de un ser amado, alguien cercano que es muy especial para nosotras… ¿cómo se puede superar la ausencia tan grande que deja en nuestras vidas y corazones?
No logramos olvidar, dejar de llorar y evitar pensar en cómo serían las cosas si no se hubiese ido… ¿Cómo se supera tan grande vacío?
“¿Cómo escribir una historia cuando aún no ha terminado?
Con muchas lágrimas, con mucha alegría y con mucha esperanza de que estés donde estés me puedas estar mirando, sintiendo y protegiendo. Eres mi padre mi amigo, mi confidente, ¿cómo poner nombres a tantas cosas que guardo en mi corazón?”
La muerte en si no es lo que realmente nos asusta, lo que nos asusta el interminable dolor que conlleva ese proceso, ese saber que por más que le llores y le busques ya no está.
Lo peor de todo es saber que ya no le veremos más… eso sí que asusta, es inevitable extrañar muchísimo, es algo que supone un dolor enorme, se te mete en el cuerpo y no sabes qué hacer o a quien culpar… Eso es lo que más asusta de la muerte, el largo sendero de dolor que hay que recorrer para tocar fondo.
-Y salir de ese laberinto de dolor-
Sentimos que la muerte nos arrebata aquello que más queremos, especialmente cuando son muertes inesperadas, fallecimientos de amigos, de familias, de un desconocido… La muerte es un tema del que siempre hablamos como algo natural, pero no es hasta cuando ha tocado a nuestras puertas que recién podemos comprender las lágrimas y la soledad que se siente, antes no. Hay que vivir la muerte de un ser muy querido para saber qué se siente.
No es fácil recuperarse, pasan los días y parece que el dolor en vez de mitigarse se hace más grande, pasan los meses y seguimos escribiendo cartas, poemas y letras a ese ser que ha partido dejando nuestra vida inconclusa, con tantas cosas por decirse y tantos planes sin realizarse, todo de un momento a otro desaparece.
El dolor que pensábamos que no se acabaría nunca, lo hace, pero muy lentamente, con muchos tropiezos, caemos en la pena una y otra vez y nos volvemos a levantar, porque no se puede vivir sufriendo todo el tiempo.
Cuanto antes empecemos a retomar nuestra rutina, antes podremos salir de aquel enorme dolor que sentimos. Dios, en su inmensa misericordia, nunca no hará pasar por nada que no podamos soportar, siempre habrá unas venditas de amor para nuestro corazón destrozado por la perdida.
Es bueno hablar, acercarnos a nuestras amistades, nuestra familia… ellos te dirán las típicas palabras de alivio, “tu dolor pasará, no te preocupes, un día ya no te dolerá tanto”, pero…
-No, no es verdad, siempre duele-
No sabemos ni cómo volver a empezar un nuevo día, lloramos en silencio porque muchas veces pensamos sólo es un mal sueño del que pronto despertaremos, que pronto estará con nosotros al otro lado del teléfono… pero no es así, ya se fue. No se puede negar un hecho como la muerte, duele hasta describir de lo que estamos viviendo, muchas veces preferimos ignorar estas vivencias porque el corazón se nos arruga de tanto dolor.
Pasado de un tiempo ese dolor se transforma en rabia, en un enojo inexplicable, porque se fue tan pronto, no se tuvo el tiempo para las cosas que quedaron pendientes, tantos besos tantos abrazos que ya nunca más podremos darlos, nunca más, ya no está…
Pensando en forma cristiana también es verdad que se debe dejar partir a quien Dios ya le dio su plazo, el egoísmo no tiene lugar en esta faceta la vida, y si no está con nosotras, las personas que le amamos, nada mejor que que con nuestro Señor.
Muchas veces estos temas traen a la mente tanto dolor y tristeza que hasta cuesta escribir y hablar de ellas. Pero la verdad que el tiempo como siempre va borrando los recuerdos, buenos y malos, sólo queda saber que la muerte al igual que la vida es un ciclo que todos cumpliremos, es ley de vida, como la noche y el día, todo siempre llega para bien o para mal.
-Pero jamás se olvida a quien tanto amamos-
-El Duelo se vive y se debe dejar por el bien de nuestra salud.
Shoshan