JESÚS GARCÍA CORONA
Corría el año de 1881, cuando llegó al mundo en el mineral de Nacozari, Sonora. Sus padres fueron don Francisco García-Pino y doña Rosa Corona; ellos habían llegado al mineral provenientes de Hermosillo, en busca de mejores oportunidades de vida.
Don Francisco era herrero de profesión, lo que permitió que en los primeros años de su vida Jesús se formara en los conocimientos de la herrería; desde muy joven trató de ingresar a la compañía minera de Nacozari, especialmente en el área de los ferrocarriles que hacían un recorrido entre Nacozari y la mina de Pilares, pasando por el punto conocido como el km 6.
A los 17 años se le dio la oportunidad de ser aguador dentro de la empresa, pero por su pericia e ingenio, así como por su disponibilidad, pronto llegó a ser ingeniero en máquinas; a la edad de 20 años fue incluso becado por la empresa para ser capacitado en los Estados Unidos.
A la edad de 26 años y próximo a contraer matrimonio, se encontró con la muerte, a quien no despreció y sí la enfrentó para salvar no sólo a su amada, a su madre y familia, sino a toda una población.
El día 7 de noviembre de 1907, a Jesús García Corona no le correspondía laborar, pero el titular, un viejo obrero alemán llamado Alberto Biel, se había reportado enfermo, por lo que él fue llamado para cubrir ese turno. La ruta era Nacozari y la mina Pilares, que era una distancia muy corta.
Un día antes había estado compartiendo en una fiesta, por lo que su madre le recomienda no ir a trabajar argumentando que no se encontraba en condiciones, a lo que Jesús le constesta… --madre debo ir, ya el señor Douglas me dijo que depende de mi trabajo para llegar a ser jefe de ingenieros de la mina… --mira Jesús, yo soy una mujer vieja y te digo que los perros estuvieron ladrando y llorando toda la noche, bueno hasta los gallos cantaron, eso significa que alguien en este pueblo va a morir, mijo, algo me dice que no debes ir a trabajar.
--Debo ir, madre, no tengas pendiente, son sólo unos cuantos viajes a la mina, no va a pasar nada… --bueno mijo ve con Dios.
La máquina que él usaba era la número dos, y esta máquina ya la había reportado que en el contenedor del fuego le faltaban los matachispas y ya se había dado cuenta que algunas brazas vivas salían del contenedor, sin embargo aquella reparación no se había terminado de hacer.
Ya habían realizado algunos viajes a la mina, cuando le comunican que tendrán que hacer dos últimos viajes para llevar un cargamento de dinamita que se requería de urgencia en la mina. Por lo que mientras cargaban él aprovechó para ir a comer a la fonda de su madre.
Aquella buena mujer nuevamente le dice… --Mijo, tengo el presentimiento que ya no te volveré a ver… mira, ahorita están cantando los gallos y ya es medio día, algo triste va a pasar…
--No se preocupe madre, son sólo dos viajes y ya me vendré a descansar, deme mi chaqueta, pues parece que va a haber tormenta y no me gustaría mojarme.
Cuando llegó a la estación el cargamento ya estaba listo, pero se había cometido un error; los carros cargados con la dinamita estaban enganchados cerca de la máquina, y las chispas habían provocado un incendio, trataron de apagarlo pero no fue posible, por lo que subiendo a la máquina trató de sacarla fuera del pueblo para evitar una desgracia mayor.
Su compañero José Romero le dice, Jesús vámonos bajando, ya el cargamento está fuera de la población y creo que ya no le afecta, a los que García le responde, tú bájate, yo lo voy a llevar más allá, no se vaya a regresar, y antes de llegar al kilometro seis ocurrió la explosión; ahí murieron trece personas, entre niños mujeres y hombres, pero la tragedia pudo haber sido mayor, pues hubiera acabado todo el pueblo minero de Nacozari.
Su cuerpo fue reconocido por las botas que usaba, y aquella tarde su madre recibía el cuerpo de su hijo Jesús García Corona. Por la noche se desató una tormenta que mucha gente exclamaba: --Es tan triste lo que pasó que hasta los cielos lloran.
RECONOCIMIENTO MUNDIAL
Corría el año de 1950, en la ciudad de Londres, Inglaterra; se celebraba una convención en donde cada país presentaba a alguien que se reconocía por sus hechos militares, o por el bien que se hubiera realizado y que fuera considerado heroico.
Se habló de mucha gente y de sus hechos por los que pudieran ser considerados héroes. Al final, el embajador de los Estados Unidos, el señor Douglas, se levantó y exclamó:
--Conocí a un hombre que para mí es el héroe que estamos buscando.
--El héroe que aludo es el más humilde de los grandes héroes; y sin embargo lo tenemos catalogado como el héroe de la humanidad. Era ese un modesto maquinista de la empresa minera en Nacozari, a quien yo y toda mi familia le debemos la vida.
--Un día en 1907, cuando yo era un niño, un tren cargado de dinamita comenzó a arder en uno de sus vagones, poniendo en peligro de desaparecer el pueblo. En el lugar donde parece seguro un desastre, corre la voz de alarma y nadie sabe qué hacer, hasta que aparecen el maquinista Jesús García y un compañero apellidado Romero.
--García pone en movimiento el convoy con todo lo que daba la locomotora y hace salir del pueblo el tren.
--Llega el momento en que su compañero se da cuenta que están a suficiente distancia para salvar a Nacozari, y le ruega al maquinista que salte y deje la máquina y los carros correr solos. Jesús le dice que salte y que enseguida lo hará él, pero sabía que la locomotora puede regresarse con todo y carros hasta la población. Entonces decide continuar en el puesto.
Repentinamente sobreviene una terrible explosión que sacude los campos, pero los habitantes de Nacozari se habían salvado.