Las posadas, netamente mexicanas, simbolizan el recorrido que hicieran la virgen María y su esposo José, al salir de Nazaret para cumplir con el edicto en donde se ordenaba a los habitantes de Judea, empadronarse en las ciudades de origen; y como José era descendiente de David, que eran nativos de Belén, María y José tuvieron que ir a esa población, el viaje constó de 9 etapas, por lo que se festeja en 9 días y concluye en la llegada a Belén y en la búsqueda de alojamiento, que al no ser encontrado, María tuvo que dar Luz en un establo.
Para los indígenas, las posadas gozaron de gran aceptación, ya que estas procesiones aludían también a su historia de peregrinar y a la conmemoración del nacimiento de Huitzilopochtli que se festejaba con banquetes por esa misma fecha.
En 1586 fray Diego de Soria, prior del convento de San Agustín Acolman, solicitó autorización al Papa Sixto V para celebrar las misas denominadas "aguinaldo" del 16 al 24 de diciembre, lapso en el que se realizan las posadas; estas posadas se desarrollaban en los atrios de las iglesias en procesión y parando en cada una de las capillas posas.
Al paso del tiempo las costumbres se han transformado y dejado a las posadas como fiestas domiciliarias, en donde las posadas se celebraban en diferentes casas, en cada una de las 9 noches.
Se iniciaba con la procesión encabezada por los peregrinos (José y María sobre un burro) llevados en andas sobre una tabla, la gente acompañaba a los peregrinos con velas o faroles encendidos, y cantando las letanías, hasta llegar a la puerta donde se pedía la posada, aquí quedaban unos adentro y otros afuera y se cantaban los versos de la pedida de pasada, al terminar, se habría la puerta y se les daba el paso, y con gran alboroto se prendían luces y cohetes, entonces se rompía la piñata con los ojos vendados, después de rota la piñata, se regalaban frutas y dulces, y se ofrecía el ponche.