Poema del anciano y de la vida
Quieren apagar el pábilo vacilante de mi vida. Ha llegado el momento en que sólo les estorbo, pues lo que llevo dentro no lo valoran. No tengo juventud, belleza, fuerza; mi cuerpo envejeció ya demasiado. No les importa mi experiencia: para ellos soy el pasado que no existe en su mundo. Represento todo lo que les da miedo: la vejez, el sufrimiento, la tranquila tarde de paseo… y ellos sólo valoran lo que se mueve aprisa. El tiempo aquilató mis sentimientos y ha dado perspectiva a mi mirada. Y así, cuando ahora pienso, veo que soy más justo al decidirme. Lejos de la lucha a muerte de cada día por competir por el triunfo, lejos de las ambiciones, de cosas vanas, he centrado mi vida y la he visto con sentido en lo trascendente. Pero ahora estorbo a los jóvenes, que quieren todo el mundo para ellos y pretenden apartarme para seguir su camino. ¡ Quiero vivir la vida hasta el final! Que no la acorten sólo porque mi mundo les es extraño. Quiero seguir viviendo, denso, profundo, mi tiempo interno. Aunque mi cuerpo enfermo no me responda, me siento lleno; agradezco a la vida lo que me da. ¡ Quiero vivir mi vida hasta el final!.
La postura de las iglesias cristianas en tanto, a nivel mundial, es mayoritariamente contraria a la eutanasia y al suicidio asistido: es el caso de la Iglesia Católica Romana y de las Iglesias evangélicas y pentecostales. La postura del actual papa Benedicto XVI quedó explícitamente recogida en una carta (de 2004) a varios eclesiásticos estadounidenses:
No todos los asuntos morales tienen el mismo peso moral que el aborto y la eutanasia. Por ejemplo, si un católico discrepara con el Santo Padre sobre la aplicación de la pena de muerte o en la decisión de hacer la guerra, éste no sería considerado por esta razón indigno de presentarse a recibir la Sagrada Comunión. Aunque la Iglesia exhorta a las autoridades civiles a buscar la paz, y no la guerra, y a ejercer discreción y misericordia al castigar a criminales, aún sería lícito tomar las armas para repeler a un agresor o recurrir a la pena capital. Puede haber una legítima diversidad de opinión entre católicos respecto de ir a la guerra y aplicar la pena de muerte, pero no, sin embargo, respecto del aborto y la eutanasia.
Tercer punto de la carta de Joseph Ratzinger al cardenal Theodore McCarrick, arzobispo de Washington DC.22
José García Velázquez Segovia
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