Usa tus ojos
para ver la belleza de la vida,
o para ver el interior de las personas...
No los uses para criticar maliciosamente
de cómo se ven o visten los demás,
o para juzgar a las personas,
sólo por sus apariencias.
Usa tus oídos,
para escuchar a tu prójimo,
y poder ofrecerle una palabra de aliento,
para escuchar los sonidos agradables,
que te ayudan a olvidar las dificultades,
y edifican tu interior.
No los uses como un arma,
o para envenenar a los demás.
Usa tu olfato, para percibir el olor
de las flores, del perfume, del amor...
No lo impregnes, con los malos olores,
como lo son el odio,
el egoísmo, la traición.
Usa tu gusto,
para saborear el triunfo
de tus metas alcanzadas,
de los logros obtenidos
con esfuerzo y dedicación...
No lo uses para saborear,
las derrotas de otros.
Usa tu tacto,
para sentir y dar amor,
para tocar a las personas
con tus deseos positivos,
con tu caridad...
No lo uses para pedir
injustificadamente.
El sexto sentido,
el más importante,
es el que nos da la sabiduría
para distinguir la diferencia
entre los otros sentidos,
entre el bien y el mal,
entre dar o recibir,
entre construir o desmoronar.
A veces miramos sin ver,
oímos sin escuchar,
olemos sin percibir,
probamos sin saborear,
tocamos superficialmente.
Usa tus sentidos sabiamente,
no se trata de cuántos tengas,
sino de cómo los utilizas.