NIÑA Y LA ADOLESCENCIA
En esta época la adolescente tiene que enfrentarse con toda una larga serie de cambios físicos y emocionales que la convierten en un verdadero jeroglífico incluso para sí misma. Pero cuando pueden surgir los más graves conflictos es cuando no se acierta a comprender las tensiones a que se ve sometida, y los padres sólo se fijan en los hechos, en su conducta, sin analizar el mar de fondo que la condiciona.
A medio camino entre la niña y la mujer, la adolescente anhela la independencia y al mismo tiempo se siente desesperadamente insegura a la hora de administrarla. Oscila en un vaivén constante, entre la infancia y la madurez. Su termómetro emocional sube y baja alocadamente de la exaltación a la desesperación. Sus cambios bioquímicos, sus sensaciones sexuales cada vez más precisas, las presiones de orden psicológico y social, levantan verdaderas tempestades en sus emociones. Ciertos conflictos, pendientes de resolver en años anteriores, pueden resurgir con nueva fuerza en demanda de soluciones adecuadas.
Los estudios, la elección de carrera y el ritmo acelerado con que cambia la escala de valores en la sociedad actual, se suman a los demás problemas con que se enfrenta la adolescente, ávida de fijar su propia identidad y de construirse una filosofía básica sobre la cual establecer el rumbo de su vida.
Cierta apatía e indiferencia aparentes pueden encubrir interrogantes angustiosos que se plantea el adolescente: "¿Quién soy yo? ¿Porqué estoy aquí?"; siente a veces arrebatos de irritación salvaje, de cólera, de llanto repentino o de risa sin sentido que pueden ser consecuencia de sus sentimientos de inseguridad y de tensiones que apenas puede controlar. A pesar de su inseguridad, debe esforzarse por lograr una plena independencia respecto a sus padres si quiere adquirir el sentido de responsabilidad de la mujer madura. Por eso, tal vez se sienten forzadas a desafiar la autoridad de los padres y a discutir con ellos. Es muy probable que la adolescente se retraiga y no hable de sus cosas, o se encierre a solas con el teléfono para sostener largas charlas confidenciales con una amiga.
Por lo general, las adolescentes necesitan ver a sus padres en situaciones no muy airosas para poder luego entenderse con ellos como seres humanos normales y falibles. Criticando la conducta de los padres y subrayando sus fallos, les resulta más fácil cortar los últimos hilos de dependencia que les unen a ellos.
Respetar y comprender ideas y sentimientos
Algunos expertos en el campo de las relaciones familiares sostienen que esos accesos de rebeldía y protesta no tienen por qué formar parte del desarrollo del adolescente. Dicen que si los padres han mantenido abiertos los cauces de la comunicación año tras año, no hay motivo para que no continúen los mismos contactos cordiales y constructivos durante la adolescencia. La clave parece estar en el respecto y aprecio mutuos. Los padres han de escuchar con interés y estudiar atentamente los puntos de vista de la adolescente y demostrarle que respetan sus ideas y sentimientos.
La adolescente necesita siempre la seguridad de la aceptación del grupo. Aún pesa mucho en su vida la opinión de sus mayores, si bien a medida que vaya madurando necesitará irse independizando también de ésta, hasta que sea capaz de pisar firme en la vida por sí misma. Para lograrlo con éxito, tendrá que contrastar sus propias ideas con personas que le merezcan aprecio.
Los padres prudentes animan a sus hijas adolescentes a traer a casa a los amigos y amigas, y en cambio se mantienen firmes sobre las horas de llegar a casa, insisten en saber siempre dónde están y dónde encontrarlos en caso de necesidad, y en que les llamen si piensan retrasarse para evitarles preocupaciones innecesarias.
Aunque a los padres les resulte penoso ver a sus hijas citarse con amigos que les parecen poco deseables, muchas veces no conviene criticarlas abiertamente. Esas amistades se desharán más rápidamente por sí solas si no les oponemos una resistencia demasiado encarnizada.
Tampoco faltan padres que se preocupan ante todo por la aparente "falta de popularidad" de sus hijas y las hacen alternar antes de estar preparadas para ello. Eso es una equivocación. Esas presiones refuerzan su complejo de inseguridad. Si prefieren el tenis al baile, o la lectura a la música hay que dejarlas tranquilas.
En la adolescencia, rara vez tienen las jóvenes tanta "recámara" ni seguridad como quieren aparentar, y además sus observaciones no siempre reflejan lo que en realidad sienten. Lo cierto es que se encuentran perplejas y necesitan directrices claras y realistas. Eso es lo que buscan: un sistema de valores y criterios que les sirvan de guía.
SALUDOS...ADRY