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¶ Autoayuda y Superaciòn Personal ¶: La Tierra donde Nadie es Viejo.
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De: GILDA08 (Mensaje original) |
Enviado: 28/09/2009 20:34 |
La Tierra donde Nadie es Viejo.
Deepak Chopra.
Me
gustaría que me acompañaras en un viaje de descubrimiento. Exploraremos
un lugar donde las reglas de la existencia cotidiana no tienen
aplicación. Estas reglas dicen, explícitamente, que envejecer, tornarse
frágil y morir es el destino último de todos. Y así ha ocurrido, siglo
tras siglo. Sin embargo, quiero que dejes en suspenso tus supuestos
sobre lo qué llamamos realidad, para que podamos convertimos en
pioneros en una tierra donde el vigor juvenil, la renovación, la
creatividad, el gozo, la satisfacción y la atemporalidad son
experiencias comunes de la vida cotidiana, donde la vejez, la senectud,
la invalidez y la muerte no existen y no son siquiera tenidas en cuenta
como posibilidad.
Si existe un lugar así. ¿qué nos impide ir
allí? No se trata de una oscura masa continental ni es un peligroso mar
no registrado en los mapas. Es nuestro condicionamiento, nuestra visión
del mundo actual y colectiva, la que nos enseñaron nuestros padres, los
maestros y la sociedad. Esta manera de ver las cosas (el antiguo
paradigma) ha sido justamente llamado «hipnosis de condicionamiento
social»: una ficción inducida y en la que todos hemos acordado
colectivamente participar.
Tu cuerpo envejece sin que puedas
dominarlo porque ha sido programado para cumplir las reglas de ese
condicionamiento colectivo. Si algo hay de natural e inevitable en el
proceso del envejecimiento, no se podrá saber hasta que se rompan las
cadenas de nuestras antiguas creencias. A fin de crear la experiencia del
cuerpo sin edad y la mente sin tiempo, es preciso que descartes diez
supuestos sobre quién eres y cuál es la verdadera naturaleza de la
mente y el cuerpo. Estos supuestos constituyen los cimientos de la
visión del mundo que compartimos.
Ellos son:
1.- Existe un mundo objetivo, independiente del observador, y nuestros cuerpos son un aspecto de este mundo objetivo.
2.- El cuerpo está compuesto por masas de materia, separadas entre si en el tiempo y el espacio.
3.- Mente y cuerpo son cosas separadas e independientes la una de la otra.
4.-
El materialismo es primario, la consciencia es secundaria. En otras
palabras, somos máquinas físicas que han aprendido a pensar.
5- La consciencia humana puede ser explicada por completo como producto de la bioquímica.
6.- Como individuos, somos entidades desconectadas y autosuficientes.
7.- Nuestra percepción del mundo es automática y nos brinda una imagen adecuada de cómo son realmente las cosas.
8.-
Nuestra verdadera naturaleza queda totalmente definida por el cuerpo,
el yo y la personalidad. Somos briznas de recuerdos y deseos encerrados
en paquetes de came y huesos.
9.- El tiempo existe como absoluto y somos cautivos de ese absoluto. Nadie escapa a los estragos del tiempo.
10.-
El sufrimiento es necesario: forma parte de la realidad. Somos víctimas
inevitables de la enfermedad, el envejecimiento y la muerte.
Estos supuestos van mucho más allá del envejecimiento: definen un mundo de separación, decadencia y muerte. El tiempo es visto como
una prisión de la que nadie escapa: nuestro cuerpo es una máquina
bioquímica que. como todas las máquinas, debe acabar por detenerse. “A
cierta edad - afirmó Lewis Thomas cierta vez - está en nuestra
naturaleza desgastarnos, caer en trastornos y morir, y eso es todo.”
Esta postura, la línea dura de 1a ciencia materialista, pasa por alto
una gran parte de la naturaleza humana. Somos las únicas criaturas de
la Tierra que pueden cambiar su biología por lo que piensan y sienten.
Poseemos el único sistema nervioso que tiene consciencia del fenómeno del
envejecimiento. Los leones y los tigres viejos no se dan cuenta de lo
que les pasa, pero nosotros si. Y como tenemos consciencia de las
cosas, nuestro estado mental influye sobre aquello de lo que tenemos
consciencia.
Seria
imposible aislar un solo pensamiento, una sensación, una sola creencia
o supuesto que no tenga algún efecto sobre el envejecimiento, directa o
indirectamente.
Nuestras células escuchan constantemente a nuestros pensamientos y se
ven cambiadas por ellos. Un ataque de depresión puede causar desastres
en el sistema inmunológico; enamorarse puede fortalecerlo. La
desesperación y la falta de esperanzas aumentan el riesgo de sufrir
ataques cardiacos o contraer un cáncer, acortando así la vida. El gozo
y la satisfacción nos mantienen saludables y prolongan la vida. Esto
significa que no es posible trazar con certeza la línea entre biología y psicología. El recuerdo de una tensión, que es sólo una brizna de pensamiento, libera el mismo torrente de hormonas destructivas que la tensión en sí.
Como
la mente influye sobre todas las células del cuerpo, el envejecimiento
humano es fluido y cambiante; puede acelerarse, demorarse. detenerse un
tiempo y hasta revertirse. Cientos de descubrimientos científicos de
las tres últimas décadas han verificado que el envejecimiento depende del individuo en un grado mucho mayor del que se ha soñado nunca.
Sin embargo, el descubrimiento más significativo no se encuentra en los hallazgos aislados, sino en una visión del mundo completamente nueva. Los diez supuestos del
antiguo paradigma no describen acertadamente nuestra realidad. Son
invenciones de la mente humana que hemos convertido en reglas. Para
desafiar el envejecimiento en su centro mismo, es preciso desafiar
primero toda esta visión del mundo, pues nada tiene más poder sobre el
cuerpo que las creencias de la mente.
Cada supuesto del
antiguo paradigma se puede reemplazar con una versión más completa y
expandida de la verdad. Estos nuevos supuestos son también sólo ideas
creadas por la mente humana, pero nos otorgan mucha más libertad y
poder. Nos brindan la capacidad de reescribir el programa de
envejecimiento que ahora dirige nuestras células.
Los diez supuestos nuevos son:
1.- El mundo físico, incluidos nuestros cuerpos, es una reacción del observador. Creamos el cuerpo según creamos la experiencia de nuestro mundo,
2.-
En su estado esencial, el cuerpo está compuesto de energía y de
información, no de materia sólida. Esta energía e información es un
afloramiento de infinitos campos de energía e información que abarcan
el universo.
3.- La mente y el cuerpo son inseparablemente uno. La unidad que soy yo se separa en dos corrientes de experiencia. Experimento la corriente subjetiva como ideas, sentimientos y deseos. Experimento la corriente objetiva como mi cuerpo. Sin embargo, en un plano más profundo las dos corrientes se encuentran en una sola fuente creativa. Es a partir de esta fuente desde donde debemos vivir,
4.- La bioquímica del
cuerpo es un producto de la consciencia. Creencias, pensamientos y
emociones crean las reacciones químicas que sostienen la vida en cada
célula. Una célula envejecida es el producto final de la consciencia
que ha olvidado cómo mantenerse nueva.
5.-
La percepción parece ser automática, pero en realidad es un fenómeno
aprendido. El mundo en que vives, incluida la experiencia de tu cuerpo,
está completamente inspirado en el modo en que aprendiste a percibirlo.
Si cambias tu percepción, cambias la experiencia de tu cuerpo y de tu
mundo.
6.-
Hay impulsos de inteligencia que crean en tu cuerpo formas nuevas a
cada segundo. Lo que tú eres equivale a la suma total de estos impulsos
y, al cambiar sus esquemas, cambiaras tú.
7.-
Aunque cada persona parezca separada e independiente, todos nosotros
estamos conectados a patrones de inteligencia que gobiernan el cosmos
entero. Nuestros cuerpos son parte de un cuerpo universal; nuestras
mentes, un aspecto de la mente universal.
8.- El tiempo no existe como
absoluto; sólo la eternidad. El tiempo es eternidad cuantificada,
atemporalidad cortada por nosotros en fragmentos y trozos (segundos,
horas, días, años). Lo que llamamos tiempo lineal es un reflejo de
nuestro modo de percibir el cambio. Si pudiéramos percibir lo
inmutable, el tiempo dejaría de existir tal como
lo conocemos. Podemos aprender como empezar la metabolización de lo
inmutable, la eternidad, lo absoluto. Al hacerlo estaremos listos para
crear la fisiología de la inmortalidad.
9.-
Cada uno de nosotros habita una realidad que se encuentra más allá de
todo cambio. En lo más profundo de nosotros, sin que lo sepan los cinco
sentidos, existe un intimo núcleo de ser, un campo de inmutabilidad que
crea la personalidad, el yo y el cuerpo. Este ser es nuestro estado
esencial; es quien realmente somos.
10.- No somos víctimas del
envejecimiento, la enfermedad y la muerte. Estos son partes del
escenario, no del espectador, que es inmune a cualquier forma de
cambio. Ese espectador es el espíritu. la expresión del ser eterno.
Estos
son vastos supuestos, factores de una nueva realidad, pero todos se
basan en los descubrimientos de la física cuántica hechos hace casi
cien años. Las semillas de este nuevo paradigma fueron plantadas por
Einstein, Bohr, Heisenberg y los demás pioneros de la física cuántica,
quienes comprendieron que el modo aceptado de ver el mundo físico era
falso. Aunque las cosas de “allí fuera” parecen reales, no hay prueba
de la realidad aparte del observador. No hay dos personas que compartan exactamente el mismo universo. Cada visión del mundo crea su propio mundo.
Quiero convencerte de que eres mucho más que tu limitado cuerpo, tu yo y tu personalidad. Las reglas de causa y efecto, tal como
las aceptas, te han apretado en el volumen de un cuerpo y la duración
de una vida. En realidad, el campo de la vida humana es abierto e
ilimitado. En su plano
más profundo, tu cuerpo carece de edad y tu mente, de tiempo. Una vez
que te identifiques con esa realidad, que es consistente con la visión
cuántica del mundo, el envejecimiento cambiará fundamentalmente.
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De: GILDA08 |
Enviado: 28/09/2009 20:36 |
Acabemos con la tiranía de los sentidos.
¿ Por qué aceptamos algo como
real ? Porque podemos verlo y tocarlo. Todo el mundo tiene un prejuicio
en favor de las cosas que son reconfortantemente tridimensionales, tal como
nos lo informan nuestros cinco sentidos. La vista, el oído, el tacto,
el gusto y el olfato sirven para reforzar el mismo mensaje: las cosas
son lo que parecen. Según esta realidad, la Tierra es plana. el suelo
se mantiene estacionario bajo tus pies, el sol se eleva por el este y
se pone por el oeste, todo porque así lo parece a los sentidos. Estos
hechos fueron inmutables todo el tiempo que se aceptó sin
cuestionamiento a los cinco sentidos.
Einstein comprendió que el
tiempo y el espacio también son productos de nuestros cinco sentidos;
vemos y tocamos cosas que ocupan tres dimensiones y experimentamos los
hechos como
si ocurrieran en orden de secuencia. Sin embargo, Einstein y sus
colegas pudieron retirar esta máscara de apariencias. Reacomodaron el
tiempo y el espacio en una nueva geometría que no tenía principio ni
fin, bordes ni solidez. Cada partícula sólida del universo resultó ser un fantasmal manojo de energía que vibraba en un inmenso vacío.
El antiguo modelo del
espacio-tiempo quedó hecho trizas, reemplazado por un atemporal y
fluyente campo de transformación constante. Este campo cuántico no está
separado de nosotros: es nosotros. Allí donde va la Naturaleza para
crear estrellas, galaxias, quarks y leptones, tú y yo vamos para
creamos a nosotros mismos. La gran ventaja de esta nueva visión del mundo es su inmensa creatividad: el cuerpo humano, como
todo lo demás en el cosmos, es constantemente hecho de nuevo a cada
segundo. Aunque tus sentidos informen que habitas en un cuerpo sólido
en el tiempo y el espacio, ésta es sólo la capa más superficial de la
realidad. Tu cuerpo es algo mucho más milagroso: un organismo fluyente,
potenciado por millones de años de inteligencia. Esa inteligencia está
dedicada a supervisar el cambio constante que tiene lugar dentro de ti.
Cada célula es una terminal en miniatura conectada al ordenador cósmico.
Desde
esta perspectiva, apenas parece posible que los seres humanos puedan
envejecer. Por débil e indefenso que parezca un bebé recién nacido,
tiene una estupenda defensa contra los estragos del
tiempo. Si el bebé pudiera conservar su estado de inmunidad casi
invulnerable, todos viviríamos por lo menos doscientos años, según
calculan los fisiólogos. Si el bebé pudiera conservar sus relucientes
arterias, flexibles como la seda, el colesterol no hallaría dónde
alojarse y las enfermedades cardiacas serian desconocidas. Cada una de
los cincuenta billones de células de un recién nacido es límpida como
una gota de lluvia, sin rastros de desechos tóxicos; esas células no
tienen motivo para envejecer, porque dentro de ellas nada ha comenzado
a desordenar su perfecto funcionamiento. Sin embargo, las células del
bebé no son nuevas, en realidad: los átomos que contienen han estado
circulando por el cosmos durante miles de millones de años. Pero el
bebé es nuevo merced
a una inteligencia invisible que se ha unido para modelar una forma de
vida única. El campo atemporal ha inventado un nuevo paso de baile: los
ritmos palpitantes de un cuerpo recién nacido.
El envejecimiento
es una máscara de la pérdida de esta inteligencia. La física cuántica
nos dice que no hay final para la danza cósmica: el campo de energía e
información universal nunca deja de transformarse, tomándose nuevo a
cada instante. Nuestros cuerpos obedecen a ese mismo impulso creativo.
A cada segundo, en cada célula se producen aproximadamente seis
billones de reacciones. Si alguna vez se detuviera esa corriente de
transformación, tus células caerían en el desorden, que es sinónimo de
envejecimiento.
El pan de ayer se vuelve rancio porque está
allí, presa de la humedad, los hongos, la oxidación y varios procesos
químicos destructivos. Un barranco de tiza se desmorona con el tiempo
porque el viento y la lluvia lo castigan. sin que él tenga poder para
reconstruirse. Nuestros cuerpos también soportan el proceso de
oxidación y el ataque de hongos y gérmenes diversos; están expuestos al
mismo viento, a la misma lluvia. Pero nosotros, a diferencia de la
hogaza de pan o el barranco de tiza, podemos renovamos. Nuestros huesos
no se limitan a acumular calcio, como
la tiza: lo hacen circular. Constantemente entran a nuestros huesos
nuevos átomos de calcio, que vuelven a salir para convertirse en parte
de la sangre, la piel u otras células, según lo exijan las necesidades
del cuerpo.
A fin de mantener la vida, tu cuerpo debe vivir en las alas del
cambio. En este momento exhalas átomos de hidrógeno, oxígeno, carbono y
nitrógeno que, apenas un instante antes, estaban encerrados en materia
sólida; tu estómago, tu hígado, el corazón, los pulmones y el cerebro
van desapareciendo en el aire, reemplazados tan rápida e incesantemente
como se descomponen. La piel se renueva una vez al mes; el
recubrimiento del estómago, cada cinco días; el hígado, cada seis semanas; el esqueleto, cada tres meses.
A
simple vista, estos órganos parecen iguales en cada momento, pero están
en flujo permanente. Hacia finales de este año, el 98 por ciento de los
átomos de tu cuerpo habrán sido cambiados por otros nuevos.
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De: GILDA08 |
Enviado: 28/09/2009 20:38 |
Una
enorme proporción de este cambio incesante obra en tu beneficio. Sólo
una enzima entre millones reacciona con un aminoácido de un modo que no
alcance la perfección; apenas una neurona entre miles de millones
efectúa una mala descarga; en una hebra de ácido desoxirribonucleico.
codificada con millones y más millones de informaciones genéticas, sólo
una puede dejar de repararse correctamente cuando se produce un daño.
Estos raros errores son imperceptibles y uno piensa que no tienen mucha
importancia. El cuerpo humano es como
un gran actor shakespeariano, capaz de representar mil veces a Hamlet y
vacilar en una sola sílaba. Pero las grietas invisibles en la
perfección del
cuerpo tienen su importancia. La precisión de nuestras células va
fallando en lenta proporción. Lo siempre nuevo se toma levemente menos
nuevo. Y envejecemos.
A partir de los 30 años, al paso de
tortuga de un 1 por ciento anual, el cuerpo humano medio empieza a
descalabrarse: aparecen arrugas, la piel pierde su tono y su frescura,
los músculos comienzan a aflojarse. En vez de indicar tres partes de
músculo por una de grasa. las proporciones se van igualando: la vista y
el oído disminuyen: los huesos se afinan y se toman quebradizos. La
fuerza y la resistencia
declinan sin pausa, con lo que nos es más difícil realizar el mismo
trabajo que antes. Asciende la presión sanguínea y muchos elementos
bioquímicos se apartan de sus niveles óptimos; el más preocupante para
los médicos es el colesterol, que se eleva gradualmente con el correr
de los años, marcando el insidioso avance de las dolencias cardiacas,
que matan a más personas que ninguna otra enfermedad. En otros frentes,
las mutaciones celulares comienzan a desmandarse, creando tumores
malignos que atacan a una persona de cada tres, sobre todo después de
los 65 años.
Con el tiempo, estos diversos «cambios de la edad», como
los llaman los gerontólogos, ejercen una influencia masiva. Son las mil
pequeñas olas que traen la marea de la vejez. Pero en cualquier momento
dado, el envejecimiento sólo explica el 1 por ciento del
total de cambios que se producen anualmente en tu cuerpo. En otras
palabras: el 99 por ciento de la energía e inteligencia que te componen
permanece sin tocar por el proceso de envejecimiento. Si tomamos el
cuerpo como proceso, al eliminar este 1 por ciento de disfunción se
acabaría con el envejecimiento. Pero ¿ cómo atacamos ese 1 por ciento ?
Para responder a esto debemos hallar la llave de control que manipula la inteligencia interior del cuerpo.
La
nueva realidad introducida por la física cuántica nos ha posibilitado,
por primera vez, manipular la inteligencia invisible que subyace bajo
el mundo visible. Einstein nos enseñó que el cuerpo físico, como todos los objetos materiales, es una ilusión: tratar de manipularlo puede ser como
asir la sombra y pasar por alto la sustancia. El mundo invisible es el
verdadero mundo: cuando estamos dispuestos a explorar los planos no
vistos del cuerpo, podemos recurrir al inmenso poder creativo que yace en nuestra fuente. Permíteme expandirme sobre los diez principios del nuevo paradigma a la luz de ese potencial oculto que espera bajo la superficie de la vida.
1.- No hay un mundo objetivo independiente del observador
El mundo que aceptas como
real parece tener cualidades definidas. Algunas cosas son grandes;
otras, pequeñas: algunas cosas son duras; otras, blandas. Sin embargo,
ninguna de estas cualidades tiene significado fuera de tu percepción.
Toma un objeto cualquiera: una silla plegable, por ejemplo. Para ti la
silla no es muy grande: para una hormiga, sin embargo, es inmensa. Para
ti la silla es dura, pero un neutrino la atravesaría sin aminorar su
marcha, porque para una partícula subatómica los átomos de la silla
están separados por kilómetros enteros. La silla parece estar inmóvil,
pero si la observaras desde el espacio exterior la verlas pasar
girando, con todo lo que hay en la Tierra, a 1.600 kilómetros por hora.
De igual modo, cualquier descripción que hagas de la silla se puede
alterar por completo, simplemente cambiando tu percepción. Si la silla
es roja, puedes hacer que parezca negra mirándola a través de un
cristal verde. Si la silla pesa dos kilos y medio, puedes reducir su
peso a un kilo poniéndola en la Luna o aumentarlo a cincuenta mil kilos
poniéndola en el campo gravitatorio de una estrella densa.
Como
no hay cualidades absolutas en el mundo material, es falso decir que
existe siquiera un mundo independiente “allí fuera”. El mundo es un
reflejo del
aparato sensorial que lo registra. El sistema nervioso humano capta
sólo una fracción insignificante, menos de una parte por mil millones,
de la energía total que vibra en el medio. Otros sistemas nerviosos,
tales como el de un murciélago o una serpiente, reflejan un mundo
diferente que coexiste con el nuestro. El murciélago percibe un mundo
de ultrasonido: la serpiente, un mundo de luz infrarroja, ambos ocultos
para nosotros.
“Allí fuera” sólo hay, en realidad, datos sin
forma, en estado bruto, esperando ser interpretados por ti, el que
percibe. Tomas una “sopa cuántica en flujo, radicalmente ambigua”, como
la llaman los físicos, y utilizas tus sentidos para congelar esa sopa
en el mundo sólido tridimensional. Sir John Eccles, el eminente
neurólogo británico, pincha la ilusión sensorial con una aseveración
asombrosa, pero irrefutable: “Debéis comprender que no hay color en el
mundo natural, ni sonido; nada de ese tipo: ni texturas, ni diseños, ni
belleza ni aromas...” En pocas palabras, ninguno de los hechos
objetivos en los que solemos basar nuestra realidad es fundamentalmente
válido.
Por perturbador que esto pueda parecer, es una increíble
liberación comprender que puedes cambiar tu mundo, incluido tu cuerpo,
simplemente cambiando tu percepción. En este mismo instante, la
percepción que tienes de ti mismo está causando cambios inmensos en tu
cuerpo. Para dar un ejemplo: en Estados Unidos y en Inglaterra, la
jubilación obligatoria a la edad de 65 años establece una fecha de
corte arbitraria para la utilidad social.
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De: GILDA08 |
Enviado: 28/09/2009 20:45 |
Una
enorme proporción de este cambio incesante obra en tu beneficio. Sólo
una enzima entre millones reacciona con un aminoácido de un modo que no
alcance la perfección; apenas una neurona entre miles de millones
efectúa una mala descarga; en una hebra de ácido desoxirribonucleico.
codificada con millones y más millones de informaciones genéticas, sólo
una puede dejar de repararse correctamente cuando se produce un daño.
Estos raros errores son imperceptibles y uno piensa que no tienen mucha
importancia. El cuerpo humano es como
un gran actor shakespeariano, capaz de representar mil veces a Hamlet y
vacilar en una sola sílaba. Pero las grietas invisibles en la
perfección del
cuerpo tienen su importancia. La precisión de nuestras células va
fallando en lenta proporción. Lo siempre nuevo se toma levemente menos
nuevo. Y envejecemos.
A partir de los 30 años, al paso de
tortuga de un 1 por ciento anual, el cuerpo humano medio empieza a
descalabrarse: aparecen arrugas, la piel pierde su tono y su frescura,
los músculos comienzan a aflojarse. En vez de indicar tres partes de
músculo por una de grasa. las proporciones se van igualando: la vista y
el oído disminuyen: los huesos se afinan y se toman quebradizos. La
fuerza y la resistencia
declinan sin pausa, con lo que nos es más difícil realizar el mismo
trabajo que antes. Asciende la presión sanguínea y muchos elementos
bioquímicos se apartan de sus niveles óptimos; el más preocupante para
los médicos es el colesterol, que se eleva gradualmente con el correr
de los años, marcando el insidioso avance de las dolencias cardiacas,
que matan a más personas que ninguna otra enfermedad. En otros frentes,
las mutaciones celulares comienzan a desmandarse, creando tumores
malignos que atacan a una persona de cada tres, sobre todo después de
los 65 años.
Con el tiempo, estos diversos «cambios de la edad», como
los llaman los gerontólogos, ejercen una influencia masiva. Son las mil
pequeñas olas que traen la marea de la vejez. Pero en cualquier momento
dado, el envejecimiento sólo explica el 1 por ciento del
total de cambios que se producen anualmente en tu cuerpo. En otras
palabras: el 99 por ciento de la energía e inteligencia que te componen
permanece sin tocar por el proceso de envejecimiento. Si tomamos el
cuerpo como proceso, al eliminar este 1 por ciento de disfunción se
acabaría con el envejecimiento. Pero ¿ cómo atacamos ese 1 por ciento ?
Para responder a esto debemos hallar la llave de control que manipula la inteligencia interior del cuerpo.
La
nueva realidad introducida por la física cuántica nos ha posibilitado,
por primera vez, manipular la inteligencia invisible que subyace bajo
el mundo visible. Einstein nos enseñó que el cuerpo físico, como todos los objetos materiales, es una ilusión: tratar de manipularlo puede ser como
asir la sombra y pasar por alto la sustancia. El mundo invisible es el
verdadero mundo: cuando estamos dispuestos a explorar los planos no
vistos del cuerpo, podemos recurrir al inmenso poder creativo que yace en nuestra fuente. Permíteme expandirme sobre los diez principios del nuevo paradigma a la luz de ese potencial oculto que espera bajo la superficie de la vida.
1.- No hay un mundo objetivo independiente del observador.
El mundo que aceptas como
real parece tener cualidades definidas. Algunas cosas son grandes;
otras, pequeñas: algunas cosas son duras; otras, blandas. Sin embargo,
ninguna de estas cualidades tiene significado fuera de tu percepción.
Toma un objeto cualquiera: una silla plegable, por ejemplo. Para ti la
silla no es muy grande: para una hormiga, sin embargo, es inmensa. Para
ti la silla es dura, pero un neutrino la atravesaría sin aminorar su
marcha, porque para una partícula subatómica los átomos de la silla
están separados por kilómetros enteros. La silla parece estar inmóvil,
pero si la observaras desde el espacio exterior la verlas pasar
girando, con todo lo que hay en la Tierra, a 1.600 kilómetros por hora.
De igual modo, cualquier descripción que hagas de la silla se puede
alterar por completo, simplemente cambiando tu percepción. Si la silla
es roja, puedes hacer que parezca negra mirándola a través de un
cristal verde. Si la silla pesa dos kilos y medio, puedes reducir su
peso a un kilo poniéndola en la Luna o aumentarlo a cincuenta mil kilos
poniéndola en el campo gravitatorio de una estrella densa.
Como
no hay cualidades absolutas en el mundo material, es falso decir que
existe siquiera un mundo independiente “allí fuera”. El mundo es un
reflejo del
aparato sensorial que lo registra. El sistema nervioso humano capta
sólo una fracción insignificante, menos de una parte por mil millones,
de la energía total que vibra en el medio. Otros sistemas nerviosos,
tales como el de un murciélago o una serpiente, reflejan un mundo
diferente que coexiste con el nuestro. El murciélago percibe un mundo
de ultrasonido: la serpiente, un mundo de luz infrarroja, ambos ocultos
para nosotros.
“Allí fuera” sólo hay, en realidad, datos sin
forma, en estado bruto, esperando ser interpretados por ti, el que
percibe. Tomas una “sopa cuántica en flujo, radicalmente ambigua”, como
la llaman los físicos, y utilizas tus sentidos para congelar esa sopa
en el mundo sólido tridimensional. Sir John Eccles, el eminente
neurólogo británico, pincha la ilusión sensorial con una aseveración
asombrosa, pero irrefutable: “Debéis comprender que no hay color en el
mundo natural, ni sonido; nada de ese tipo: ni texturas, ni diseños, ni
belleza ni aromas...” En pocas palabras, ninguno de los hechos
objetivos en los que solemos basar nuestra realidad es fundamentalmente
válido.
Por perturbador que esto pueda parecer, es una increíble
liberación comprender que puedes cambiar tu mundo, incluido tu cuerpo,
simplemente cambiando tu percepción. En este mismo instante, la
percepción que tienes de ti mismo está causando cambios inmensos en tu
cuerpo. Para dar un ejemplo: en Estados Unidos y en Inglaterra, la
jubilación obligatoria a la edad de 65 años establece una fecha de
corte arbitraria para la utilidad social.
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El
día antes de cumplir los 65 años, un trabajador aporta a la sociedad su
obra y su valor; el día después se convierte en uno de los que dependen
de la sociedad. Desde el punto de vista médico, los resultados de este
cambio perceptual pueden ser desastrosos. En los primeros años
posteriores a la jubilación, el ataque cardiaco y el cáncer se elevan
raudamente; una muerte prematura se adueña de hombres que eran
saludables antes de jubilarse. La “muerte por retiro prematuro”, como
se llama al síndrome, depende de la percepción de que se han terminado
nuestros días útiles; esto es sólo una percepción, pero basada en quien
la sostiene para crear enfermedad y muerte.
Por
comparación, en aquellas sociedades que aceptan la vejez como parte de
la trama social, los ancianos se mantienen sumamente vigorosos:
levantan pesos, trepan y flexionan la espalda de un modo que no
aceptamos como normal en nuestros mayores.
Si
examinas las células viejas, como las que forman manchas parduscas en
la piel, con un microscopio de alta potencia, la escena presenta la
devastación de una zona en guerra. Por aquí y por allá corren vetas
fibrosas: los depósitos de grasa y desechos metabólicos sin descartar
forman feos terrones: esos pigmentos oscuros y amarillentos que
llamamos lipofucina se han acumulado al punto de ensuciar entre un 10 y
un 30 por ciento del interior de la célula.
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De: MIRYTA |
Enviado: 01/10/2009 22:17 |
MUY BUEN APORTE,GILDA...MUY INTERESANTE Y PARA LEERSE A CONCIENCIA Y
PASO A PASO SU APLICACION,FUERTE,PERO NO IMPOSIBLE.
&&&&&&&
"El hombre encuentra a Dios detrás de cada puerta que la ciencia logra abrir".
Albert Einsten |
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De: GILDA08 |
Enviado: 02/10/2009 15:16 |
Una omisiòn imperdonable he cometido en este post. Se me pasò poner al principio, que esta es una aportaciòn de nuestra amiga participante Martì2... quien lo puso en el General.
Me pareciò demasiado importante a pesar de lo extenso, para dejarlo allà y por eso abrì este Panel, para traer el post, del General.
Gracias Miryta, y saludos a todos,
Gilda![](https://www.gabitos.com/images/emoticons/rosa_si.gif) |
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De: MYRYS |
Enviado: 27/06/2011 04:30 |
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