¿DEBEMOS RESIGNARNOS.?
Pues, depende. En un lema que utilizan los Alcohólicos Anónimos, ellos le piden a la Divina Providencia que les conceda la serenidad para aceptar las cosas que no pueden cambiar, el valor para cambiar aquellas que pueden transformar y la sabiduría para reconocer la diferencia entre lo que se puede cambiar y lo que no.
La resignación puede ser muy positiva o todo lo contrario. Se trata de la conformidad, la tolerancia y la paciencia que tengamos ante las adversidades. Pero puede significar también someterse a la voluntad de alguien o renunciar a nuestros principios y derechos. Así, cuando alguien se resigna, puede representar estoicismo, aguante, o acatamiento de una realidad como la muerte de un ser querido, o por otra parte, caracterizar mansedumbre, docilidad, rendición y sumisión.
Por esto, es que es tan fundamental que sepamos distinguir cuándo algo se puede cambiar y cuándo no. Veamos un caso: Que suframos un terremoto no depende de nosotros por lo que vivir esa terrible experiencia debemos aceptarla. Sin embargo, el estar preparados para cómo actuar sí esto ocurre si puede ser nuestra responsabilidad y nos permitiría mayores probabilidades de salir ileso. Es obvio que no debemos resignarnos a vivir sin progresar. Siempre nuestro destino o futuro será superior si trabajamos y nos esforzamos para lograrlo. Lo contrario en el extremo sería aceptar que nada cambia, que no podemos cambiar y que vivimos condenados a que las cosas permanezcan como están. En este caso, la resignación nos llevaría a existir bajo una frustración permanente, no buscar alternativas, cancelar o mantener muy bajo el nivel de las aspiraciones, sentirnos impotentes ante todo, subestimarnos, ser pesimistas, y convivir con una desesperanza aprendida.
En otro nivel, existen parámetros que no se pueden perder. Podemos resignarnos por distintos perjuicios, daños y hasta por experimentar desgracias personales. Siempre podremos serenarnos y recuperarnos, sobre todo sí entendemos que esa circunstancia no la pudimos modificar. Pero, cuando se trate de nuestros valores nunca debemos resignarnos. Jamás podemos renunciar a que se nos quite el derecho a la vida, a la libertad, a mejorar, a ser felices y a vivir en paz. La historia nos enseña que cuando un pueblo se resigna a lo peor, esto sucede, el genocidio. Por tanto, cuando hablamos de derechos humanos y de los valores intrínsecos a la humanidad, la palabra resignación no cabe, no tiene validez. Es el momento resistir y de tener el valor para cambiar lo que tengamos que reemplazar o reformar, cueste lo que nos cueste
SALUDOS...ADRY
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