El miedo y las resistencias
La formas del miedo son innumerables. Y una de las peores, determinante de la perpetuación de nuestras neurosis, es lo que en psicodinámica llamamos resistencias. Es decir, los modos más o menos inconscientes con que rechazamos las verdades dolorosas de nosotros mismos. ¡Nos defendemos de ellas, en efecto, con uñas y dientes! Y así nos va.
Las máscaras de nuestras resistencias son infinitas. Recurrimos a toda clase de trucos -excusas, mentiras, racionalizaciones...- , a veces incluso cómicos, para seguir ciegos a nosotros mismos. Desde mi experiencia como psicoterapeuta, os mostraré seguidamente, ordenados y comentados de mayor a menor importancia, algunos de ellos.
1. Yo no tengo problemas
Es la defensa más peligrosa de todas: la negación de la realidad. Los síntomas más terribles de la neurosis suelen provenir de ella. Lógico: si la negación del problema es máxima, el "rebote" del síntoma (la pelota de nuestro post anterior) también es máximo.
2. Yo no le cuento mis problemas a nadie.
Bueno, al menos aquí el sujeto ya reconoce que le pasa algo. Pero no quiere expresarlo ni compartirlo, sino "guardárselo" para él, con gran esfuerzo autorrepresivo. De modo que los síntomas emergen.
3. Yo me expreso y desahogo a mi manera.
Por ejemplo, a través de un arte, deporte, vida social... Pero generalmente lo expresado sólo es un eco muy indirecto, muy disfrazado, de la verdad interior. Es decir, son variantes del miedo, de la represión. Así que la neurosis persiste.
4. Hago "terapia" por mi cuenta con libros, artículos de JLC, cursillos variados de psicología, tarot, relajación...
Esto es peligroso. Es como "aprender" danza sin espejo ni maestro, o querer "amar" en una isla desierta. No. Con sus conocimientos fundamentalmente solitarios y teóricos, muchos síntomas del sujeto sólo quedarán enmascarados o deformados, dificultando así aún más el descubrimiento y superación de sus problemas. ¡Convertirá las teorías psicodinámicas (o de otro tipo) en nuevas formas de resistencia! Nadie puede ver su inconsciente sin ayuda exterior.
5. He decidido hacer terapia, pero no tengo dinero
Casi nunca es verdad. Todos gastamos la mayor parte de nuestro dinero, ya tengamos poco o mucho, en escapar de nuestros problemas, no en afrontarlos.
6. Mi terapeuta me encanta, pero hoy no iré porque llueve, hay fútbol, tengo resaca, estoy cansado, estoy deprimido, no me apetece, olvidé la fecha, me quedé dormido, me quedé sin blanca, tendríamos que distanciar las sesiones, lo llamaré el mes que viene...
¡Sin comentarios!
7. Mi terapeuta me encanta, pero sigo leyendo libros de autoayuda, hago cursillos de todo, consulté a otro psicólogo, ayer fui a una vidente...
El paciente no se vincula con el terapeuta o no se compromete con la terapia. La elude. Aún tiene esperanzas de que podrá dejar de sufrir mágicamente, sin esfuerzo, sin destapar sus sentimientos...
8. Mi terapeuta me encanta, pero siempre llego tarde, no hago mis ejercicios, no me atrevo a contarle ciertas cosas, me quedo mudo, hablo por los codos de asuntos sin importancia...
¡Pobre paciente! Se esfuerza de verdad, pero aplaza cuanto puede su salto al agua, o sale de ella enseguida.
9. Voy perdiendo el miedo a mí mismo. Ya puedo hablar, pese al dolor, de ciertas cosas desagradables de mi vida, y hacerlo me alivia y me hace verlo todo distinto. El terapeuta me señala cosas de mí que jamás había visto, pese a todas mis lecturas y reflexiones. He tenido "flashes" decisivos. En las últimas semanas, sin proponermelo, noto ciertos cambios sorprendentes...
Aquí las resistencias se han reducido al máximo y la psicoterapia va viento en popa.
En suma, lo peor del miedo no es el miedo mismo, ni siquiera nuestro miedo al miedo. ¡Lo peor es no saber que existe! Y esto son precisamente las resistencias