SER FELIZ CON LO QUE TIENES.
Cato era un niño de ocho años que vivía con sus padres y su hermanita de 11 años. Después de venir del colegio, comer algo y descansar, jugaban un poco y hacían las tareas. Cato sin embargo interrumpía sus actividades para observar a través de su ventana a otro niño que se había mudado al vecindario con sus padres y que permanecía rodeado de juguetes costosísimos. Cato admiraba a su vecino en silencio porque creía que tenía todo para ser feliz. Tenía los mejores juguetes, casi siempre estaba sólo y por lo tanto no había nadie quien le dijera que apagara el televisor o el juego de video.
Los dos niños en cierta ocasión se encontraron en el parque del conjunto familiar y comenzaron a jugar, en la medida en que compartían, CATO se dio cuenta que aquel niño disfrutaba mucho de su compañía, se reía y celebraba por todo. Cato le preguntó por los juguetes que había visto a través de la ventana y el niño respondió: “es lo único que tengo pero en realidad cambiaría todo eso por un hermanito que me sirviera de compañía o por la posibilidad de estar más tiempo con mis padre, porque ellos casi nunca están en casa y paso mucho tiempo y triste y sólo”.
Desde aquel día CATO comprendió que las apariencias engañan, no siempre lo que tú deseas de los otros es lo que le causa alegría. Es posible que ellos deseen tener lo que tú no valoras lo suficiente como es la compañía de tus seres queridos, tus padres, tus hermanos, tu abuelo. La felicidad no se consigue cuando se tiene cosas, hay muchas que tienen de todo y no son felices. Te invito a que seas capaz de descubrir la felicidad en medio de la familia que tienes y en medio de lo mucho que te falta.