Señor, deja que diga la gloria de tu raza,la gloria de los hombres de bronce, cuya mazamelló de tantos yelmos y escudos la osadía:!oh! caballeros tigres, !oh! caballeros leones,!oh! caballeros águilas, os traigo mis canciones;!oh! enorme raza muerta, te traigo mi alegría.Aquella tarde, en el Poniente augusto,el crepúsculo audaz era en una piracomo de algún atrida o de algún justo;llamarada de luz o de mentiraque incendiaba el espacio, y parecíaque el sol al estrellar sobre la cumbresu mole vibradora de centellas,se trocaba en mil átomos de lumbre,y esos átomos eran estrellas.
Yo estaba solo en la quietud divina
del Valle. ¿Solo? ¡No! La estatua fiera
del héroe Cuauhtemoc, la que culmina
dispersando su dardo a la pradera,
bajo del palio de pompa vespertina,
era mi hermana y mi custodio era.
“Eras tú, y a tus pies cayendo al verte
—te murmuré— quiero ser fuerte;
dame tu fe, tu obstinación extraña;
quiero ser como tú, firme y sereno;
quiero ser como tú, paciente y bueno;
quiero ser como tú, nieve y montaña.
Soy una chispa; ¡enséñame a ser lumbre!
Soy un gujarro; ¡enséñame a ser cumbre!
Soy una linfa: ¡enséñame a ser río!
Soy un harapo: ¡enséñame a ser gala!
Soy una pluma: ¡enséñame a ser ala,
y que Dios te bendiga, padre mío!”.
Y hablaron tus labios, tus labios benditos,
y así respondieron a todos mis gritos,
a todas mis ansias: —”¡No hay nada pequeño,
ni el mar ni el guijarro, ni el sol ni la rosa,
con tal de que el sueño, visión misteriosa,
le preste sus nimbos, y tu eres el sueño!
“Amar, ¡eso es todo!; querer, ¡todo es eso!
Los mundos brotaron el eco de un beso,
y un beso es el astro, y un beso es el rayo,
y un beso la tarde, y un beso la aurora,
y un beso los trinos del ave canora
que glosa las fiestas divinas de mayo”.
Yo quise a la Patria por débil y mustia,
la Patria me quiso con toda su angustia,
y entonces nos dimos los dos un gran beso;
los besos de amores son siempre fecundos;
un beso de amores ha creado los mundos;
amar… ¡eso es todo!; querer… ¡todo es eso!
Amado nervo