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General: DESYERBANDO EL ALMA
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Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: Lluvia  (Mensaje original) Enviado: 20/02/2012 03:52
DESYERBANDO EL ALMA
Por Susan Sarver
(tomado de la revista Selecciones )
 
Para mis ojos de niña, el huerto de verduras de mis padres era inmenso; tan grande como un campo de futbol.Siempre imaginé que lo habían sembrado parfa satisfacer el insaciable apetito de cinco hijos.´Pero no fue hasta que me casé y tuve dos hijos cuando descubrí el verdadero propósito de tener un huerto tan grande, No era la necesidad de cultivar verduras, sino la de tener más hierba mala.
 
Mis cuatro hermanos y yo nacimos con una sensibilidad fuera de lo común; nos angustiaban las cosas más simples. A mis hermanos varones les preocupaba el hecho de si lograrían ingresar o no en el equipo de estrellas de la liga infantil de beisbol.
Mi hermana no sabía si el pequeño Bobby realmente estaba interesado en ella, o si trataba de ser amable sólo porque ella tenía un cachorrito. A mí en me inquietaba no saber si iba a tener que competir con sara o con su madre en el concurso de la feria.
Mi padre se crío en una granja y cría que la única manera de deshacerse de una preocupación era sudando copiosamente. Según él, sólo los jugos del trabajo físico podían lubricar el entendimiento al grado de permitirle dividir los dilemas de la vida en fragmentos más manejables.
Papá era capaz de leer en nuestros rostros las señales de que algo nos estaba haciendo sufrir.
-Hay que quitar la hierba mala del jardín-
Decía "Vayan y yo los alcanzo después".
Y efectivamente llegaba, pero no antes de que hubiéramos sacado la hierba suficiente para soltarnos la lengua y empezar a contarnos nuestras cuitas. Mientras hablabamos arrancabamos las hierbas como si fueran fragmentos conquistados de viejas inquietudes.
De hecho quitar la hierba mala servía para algo más que aliviar congojas. Algunos de nosotros nos enojábamos con fácilidad y desyerbar el huerto en una tarde calurosa era una forma rápida de calmar un arranque de furia.
A cabar con la hierba mala también era ideal para apaciguar los altercados y discuciones que se intensificabán notablemente durante los meses de verano.
Mamá creía que las verduras eran igualmente eficaces para aliviar las tensiones.
Cosechar y desvainar hileras de chícharos al lado del enemigo bastaba para buscar una tregua.
Los tomates eran otra historia. Jamás se enviaba a un par de chicos enemistados e iracibles al sembradío de tomates, pues lo más probable era que se buscaran el fruto más podrido y lleno de bichos para usarlo como arma, y no había mejor blanco para un tomate echado a perder qiue el trasero levantado del enemigo.
Mamá cometío ese error sólo una vez
Durante el invierno podríamos haber sucumbido al peso de nuestras preocupaciones si papá no hubiera encontrado un sustituto idóneo del huerto. En el jardín trasero, por ejemplo, guardaba un montón de ladrillos con los que planeaba construir algún día unos postes de alumbrado.
Quien sabe por qué, los ladrillos siempre parecían ser un obstáculo al crecimiento de un arbusto o para alcanzar el aro del baloncesto.
Curiosamente, la montaña de leña que llegaba cada año, corría la misma suerte. No importaba dónde la apiláramos, siempre teníamos que mudarla de lugar.
Mientras reubicábamos el montón de leña, no solamente nos olvidabámos del motivo de nuestro enojo, sino  que nos nacía un sentimiento de solidaridad, inspirado en la injusticia de nuestra sentencia compartida.
Tiempo después papá temío que la prolifica maleza de nuestro jardín no bastara para ahuyentar lsd preocupacviones cada vez mayores de mis hermanos adolecentes. Empezó entonces a inspeccionar los terrenos de un granjero vecino, que tenían hierbas tan resistentes qjue estaban ahogando las plantas de frijol de soya .
El hombre le contó a mi padre que andaba en busca de un par de desyerbadores jóvenes que recorrieran las hileras de su sembradío machete en mano.
Esa conversación mejoró la imagen de la hierba, tansformándola en oro verde con el que mis hermanos se hicieron ricos.
Aunque supliqué que me dieran la oportunidad de ir con ellos, mi madre no quería ni oír hablar de que una de sus hijas sudara blandiendo un machete. Así que me limité a observar como crecían las cuentas bancarias de mis hermanos. Amén de sus músculos, Aunque envidiaba, trataba de que no se notara, pues sabía lo que me esperaba si eso ocurría.
Hoy veo cómo van en aumento las preocupaciones de mis hijos a causa de los dilemas de la infancia.
Les ayudaría tener un huerto con hierba mala donde poder descargar su desasosiego. Pero cuando miro mi terreno suburbano con su jardín tan pulcro, tan ferlilizado y tan desprovisto de maleza, sé que no sudariían ni siquiera lo suficiente para disipar una pequeña inquietud.
Asi que cad verano empacamos nuestras preocupaciones y las transportamos 500 kilómetros, al jardín de mis padres.
Esel único lugar del mundo donde tenemos la posibilidad de buscar alivio para nuestras angustias antes de que se acabe la hierba mala.


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Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: GILDA08 Enviado: 20/02/2012 16:25
Qué pena que ahora no existan ni siquiera jardines ni malezas para deshierbar en las modernas y pavimentadas ciudades. En las casas los patios son cubiertos por cemento o losas decorativas y si acaso... alguna fuente cantarina y algunas plantas en maceteros... ...hay poco espacio e ideas para que los chicos descarguen sus energias... si no son con los dedos ocupados en los video-juegos...

 


 
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