Israel. La cuna de las creencias
Galilea, la tierra prometida
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Una
rápida ojeada al mapa de Galilea será suficiente para darte cuenta de
que muchos de los lugares mencionados en la Biblia siguen existiendo
aquí: poblaciones como Nazaret, Caná, Tiberias o Belén y paisajes como
el río Jordán o el Mar de Galilea son desde hace más de 2.000 años
objeto de peregrinación, no solo para los cristianos, sino también para
judíos y musulmanes.
Una buena base de operaciones para descubrir
el norte de Israel es el bello enclave costero de San Juan de Acre,
turbulento núcleo de las batallas entre los caballeros cristianos y los
ejércitos árabes durante las Cruzadas.
Necesitaríamos todo un
reportaje para contar la enorme historia de una ciudad que ya citaban
los egipcios en el siglo XIX a.C, que fue dominada por Saladino,
visitada por Marco Polo y deseada por Napoleón. Nos limitaremos a
mencionar que la estructura de Acre tal como hoy la podemos ver se
remonta a 1799, de cuando datan las murallas que dividen la vieja Acre
de la ciudad moderna.
Quédate en la parte interior de los muros y
asegúrate de no perderte la espectacular Ciudad Subterránea de los
Cruzados –antiguo cuartel general de la Orden de Malta– con su salón de
los caballeros, el refectorio y el hospital templario.
Otro
vestigio de esta época es el Túnel de los Templarios que servía como
cloaca y como eventual vía de escape de los soldados hacia el puerto
(entrada: ciudad y túnel, 5 euros).
EL BAZAR MUSULMÁNN
Ya
a cielo abierto sin dejar el recinto intramuros piérdete literalmente
por los callejones del bazar, hogar de una comunidad musulmana que ha
sabido mantener el sabor y los olores de los zocos tradicionales.
Lejos
de ser un compendio de puestos de souvenirs como sucede en los bazares
de Estambul o de Marrakech, el de Acre es un verdadero mercado local al
que llegan los barcos de pesca cada mañana y donde se vende a gritos la
verdura. Si buscas algún recuerdo que llevarte a casa acércate hasta la
tienda de la familia Mesika, especializados en el trabajo de la plata
(junto a la salida de la Ciudad Subterránea. Desde 4 euros).
Si te
apetecen las compras y andas detrás de la artesanía de alta calidad,
desplázate hacia el este en dirección al Mar de Galilea, donde se
levanta la ciudad sagrada de Safed. Además de ser un importante enclave
para el judaísmo –de gran tradición cabalística y de estudio de la
Torá–, esta ciudad es famosa por su barrio de los artistas. Aquí
encontrarás desde talismanes religiosos hasta alfarería. Muchos artistas
conocidos a nivel nacional tienen sus talleres abiertos al público, por
lo que podrás verles trabajar, conversar con ellos sobre su obra y si
te gusta algo, comprarlo.
Dos visitas son imprescindibles: los dibujos de caligrafía del artista Leon Azoulay
y las impresionantes creaciones en cera de Safed Candles Gallery (ambas
en la calle Beit Yoseph). Otro arte que llamará tu atención son los
intrincados dibujos inspirados en la Cábala –la mística judía– que
pueden verse en las galerías del barrio. Los artistas con más renombre
en esto son David Friedman y Avraham Loewenthal.
Si
eres aficionado a los vinos, te gustará saber que esta zona de la Alta
Galilea es un importante centro vitivinícola donde numerosas bodegas
familiares abren sus puertas al público. Apunta estos nombres: Pelter Winery, Dalton, Maor Winery y la original bodega Rimon, que para elaborar sus espumosos no usa uvas, sino granadas.
PISTAS PARA LOS PEREGRINOS
El
Camino de Jesús viene a ser para Israel lo que el Camino de Santiago
para España. Esta ruta de peregrinación puede transitarse a pie o en
bicicleta y discurre por los principales lugares en la vida del Salvador
descritos por la Biblia.
El recorrido parte de Nazaret, población
en la que nació según el relato bíblico, y termina en Cafarnaún. A lo
largo de los 65 kilómetros de su recorrido, el camino pasa por lugares
en los que, afirma la tradición, Jesús predicó (Monte de las
Bienaventuranzas), obró milagros (la Iglesia de la Multiplicación de los
Panes y los Peces, el Mar de Galilea) y fue bautizado (río Jordán).
Jerusalén, antigua y fascinante
El punto neurálgico de Jerusalén está dentro de las murallas de la
Old City, una ciudad laberíntica en la que orientarse es tarea casi
imposible. Lejos de ser un museo al aire libre, la Jerusalén intramuros
es hogar para más de 30.000 personas que se distribuyen en los distintos
barrios armenios, judíos, cristianos y musulmanes.
Puedes
comenzar tu exploración en el lugar más sobresaliente en la arquitectura
de la urbe: la Explanada de las Mezquitas/Monte del Templo, con su
característica Cúpula de la Roca. El conjunto arquitectónico musulmán
tiene unos 1.400 años de antigüedad y es uno de las tres lugares
sagrados del Islam, junto con La Meca y Medina.
Se construyó
sobre las ruinas del que fue el primer Templo judío levantado por
Salomón –lugar donde según la tradición judía se creó el mundo–, enclave
por tanto también sagrado y venerado por el pueblo hebreo.
Como
visitante no tendrás ningún problema en acceder el recinto –previo
control policial– y disfrutar de su magnífica arquitectura. Los
edificios más singulares son la Mezquita de Al-Aqsa, con espacio para
5.000 fieles, y la colosal Cúpula de la Roca, cuya cobertura de oro
macizo fue donada por el rey Hussein de Jordania. La entrada al interior
del edificio no está permitida a los no musulmanes, pero la sola
contemplación de los mosaicos exteriores te dejará con la boca abierta.
CALEIDOSCOPIO CULTURAL
Sal
del recinto del Monte del Templo por la Puerta Bab al-Maghariba y
llegarás directamente a la otra cara: la plaza del Muro de las
Lamentaciones, el santuario religioso más importante para los hebreos.
La muralla se construyó como pared de contención para el viejo Templo
judío, y, según la tradición, la Presencia Divina nunca abandonó el
lugar.
El acceso al recinto está abierto para todas las personas,
y en él se deben respetar los mismos preceptos que en el interior de
las Sinagogas, esto es: estricta separación entre hombres y mujeres, los
varones deben cubrirse la cabeza y no se permite hablar por teléfono ni
fumar. También deberás pasar un control de seguridad.
Después,
dirígete hacia los laberínticos pasajes que conforman los distintos
bazares de la Ciudad Vieja: el zoco musulmán y los mercados judío y
cristiano. Desde este último se accede a otro lugar sagrado para los
cristianos: la Iglesia del Santo Sepulcro, enclave donde, según la
tradición, Jesús llegó tras el Vía Crucis, fue clavado en la cruz y
resucitó.
El lugar es verdaderamente imponente, no tanto por su
arquitectura como por la emocionante reacción de los devotos cuando
llegan aquí. Hay numerosos puntos de interés en el interior del recinto
pero, sobre todo, no te pierdas el Monte del Calvario, la Piedra de la
Unción y el Sepulcro de Jesús.
MAR MUERTO
Con
sus 417 m por debajo del nivel del mar, el Mar Muerto es el punto más
bajo del planeta. Las altas temperaturas que resiste provocan que se
evapore más agua que la que recibe, por lo que su concentración mineral
es diez veces más elevada que la de cualquier océano. Las propiedades
terapéuticas de sus baros son famosas y no puedes dejar de experimentar
su flotabilidad.
Y no solo eso; en esta zona también puedes
visitar las cavernas de Qumrán –donde se hallaron los famosos
Manuscritos del Mar Muerto, hoy expuestos en el Museo de Israel, en
Jerusalén (Ruppin Boulevard. Entrada 9,5 euros)– y apuntarte a una ruta
en 4x4 (170 euros/8 personas. www.shkedig.com) por el Valle de la Sal, donde se cree que estaban las ciudades bíblicas de Sodoma y Gomorra.
Sobre
una espectacular meseta frente al Mar Muerto encontrarás la fortaleza
de Massada, cuya historia parece el guión de una película de Hollywood.
La ciudad fortificada fue ideada por el prolífico rey Herodes en el año
63 a.C como bastión defensivo para los rebeldes judíos.
La
montaña fue asediada por un ejército de 8.000 romanos, y ante su
inminente captura los 967 habitantes de Massada optaron por el suicidio
colectivo. La gesta se consideró heroica y aun hoy el lugar se mantiene
como todo un símbolo nacional israelí.
Puedes acceder a las
ruinas de la fortaleza siguiendo el Camino de la Serpiente, durante unos
45 minutos de ascenso a pie; por el Camino de la Rampa (unos 20
minutos), o, más rápido, en tres minutos si utilizas el funicular.
Además del complejo arqueológico, no dejes de visitar el Museo, donde se
exponen, entre otras cosas, las piedras del sorteo que decidió qué
hombre se encargaba de matar al resto de sus compañeros.
Tel Aviv, la urbe más vanguardista
En este animado paseo arbolado frecuentado por estudiantes y gente
guapa, en pleno Bauhaus Quarter, encontrarás el establecimiento favorito
de las celebrities israelitas: el italiano Cantina (en el número 71).
Tras
un buen desayuno a la israelí –tortitas con sirope o con huevos– en el
Benedict (Rothschild, 29), date un garbeo por este barrio que fue
declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 2003 por su
característica y abundante arquitectura Bauhaus. Durante los años 30 y
40, muchos judíos huyeron de Alemania y se establecieron en Tel Aviv,
donde moldearon una ciudad según la moda europea del momento: el art
déco.
Para conocer más sobre su historia y apuntarte a una visita guiada, dirígete al Bauhaus Center (Dizengoff, 99. Entrada libre).
Desde
Rotchschild, pon rumbo al Este, donde se levanta uno de esos barrios
imprescindibles para los caza-tendencias: Neve Tzedek. Es un hervidero
de jóvenes creativos que han establecido en él sus talleres y centros
artísticos.
Ya casi tocando al mar encontrarás la antigua
estación de trenes (HaTachana), que acaba de abrir sus puertas después
de su restauración. Los 22 edificios históricos de este complejo
ferroviario –el más antiguo de Israel– se han convertido en un moderno
centro comercial donde están las firmas israelitas más punteras, como Michal Negrin o Ronen Chen.
LA ESENCIA MEDITERRÁNEA
Pero
si quieres vivir la verdadera esencia de Tel Aviv tienes que darte una
vuelta por el paseo marítimo, especialmente los sábados, cuando el
ambiente hierve de animación. Las playas más apreciadas por los turistas
y por las familias son Gordon y Frishman; el público gay suele
concentrarse en la playa cercana al Hilton y curiosamente el arenal
vecino –Nordau– es el que frecuentan los judíos reformistas, con sus
horarios separados para hombres y para unas mujeres que suelen bañarse
vestidas.
La costa más sureña está ocupada por cafés donde se
fuma en el narguile, y junto a ellos la comunidad brasileña anima la
arena con sus saltos y baile de capoeira.
Precisamente aquí, en
la zona Sur de Tel Aviv, se levanta el distrito más pintoresco y
emblemático: Jaffa, independiente de Tel Aviv hasta 1949. Sus sinuosos
callejones están tomados por los artistas, que dan color al lugar con
sus talleres y galerías de arte.
El epicentro de la vida bohemia
son la calle Mazal Dagim y sus aledaños, caracterizados por el arte al
aire libre y los pequeños cafés con encanto. Nuestro rincón favorito: la
pastelería Napoleón, regentada por el conocido chef local Nir Zook,
cuyas quiches de cebolla y setas son insuperables (Kdomim Square).
Y
no olvides visitar el ecléctico y sorprendente mercadillo de
antigüedades que ocupa el sector Este de la calle Yefet, donde igual te
venden una Cruz de estilo bizantino, que una Mano de Fátima o que una
Estrella de David. Y eso sí, ¡el regateo está a la orden del día!
UNA CIUDAD DE HERODES
A
unos 60 km al norte de Tel Aviv se encuentra Cesárea, capricho
arquitectónico del rey Herodes, quien se propuso construir una de las
más grandiosas ciudades de la antigüedad.
El enclave arqueológico
alberga el Anfiteatro romano, el Palacio del promontorio, las Termas y
la sede de las carreras de cuadrigas, con aforo para 10.000
espectadores.
En la zona norte se levanta la ciudad cruzada, de época posterior (autopista Tel Aviv-Haifa, al Oeste de Or Akiva.