De
repente la magia se esfumó. Justo cuando sus cuerpos dejaron de
expresarse y comenzaron a conversar. Ella le contó lo que sentía y él
tuvo miedo. Seguidamente, él le relató lo que pensaba y ella se asustó.
Más tarde, -ya en silencio- se amaron de nuevo con el lenguaje del
cuerpo. Desde entonces, nunca más volverían a dirigirse la palabra.