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De: flashstar (Mensaje original) |
Enviado: 17/03/2012 19:29 |
Un
día el pequeño Claudio jugaba en el zaguán, y por la calle pasó un
hermoso anciano con los lentes de oro, que caminaba encorvado,
apoyándose en un bastón, y precisamente delante del portón se le cayó el
bastón. Claudio fue presuroso a recogérselo y se lo dio al viejo, que le sonrió y dijo: — Gracias, pero no me sirve. Puedo caminar muy bien sin él. Si te gusta, tenlo. Y sin esperar respuesta se alejó, y parecía menos encorvado que antes. Claudio permaneció allí con el bastón entre las manos y no sabía qué hacer. Era
un bastón común de madera, con el mango curvo y la punta de hierro, y
no se notaba nada más especial. Claudio golpeó dos o tres veces la punta
en el suelo, después, casi sin pensarlo montó a horcajadas el bastón y
he aquí que no era más un bastón, sino un caballo, un maravilloso potro
negro con una estrella blanca en la frente, que se lanzó al galope
alrededor del patio, relinchando y haciendo salir centellas de los
guijarros. Cuando Claudio, un poco maravillado y un poco
asustado, logró poner el pie en el suelo, el bastón era nuevamente un
bastón, y no tenía cascos sino una sencilla punta oxidada, ni crines de
caballo, sino el mismo mango encorvado. — Quiero probar de nuevo –dijo Claudio, cuando logró recobrar el aliento. Montó
de nuevo el bastón, y esta vez no fue un caballo, sino un solemne
camello con dos jorobas –y el patio era un inmenso desierto para
atravesar, pero Claudio no tenía miedo y observaba desde lejos, para ver
aparecer el oasis. “Ciertamente es un bastón encantado”, se dijo Claudio, montándolo por tercera vez. Ahora
era un automóvil de carreras, todo rojo con el número escrito en blanco
sobre el capó, y el patio una pista ruidosa, y Claudio llegaba siempre
el primero a la meta. Después, el bastón fue una motonave y
el patio un lago con aguas tranquilas y verdes, y después una nave
espacial que surcaba los espacios, dejando tras de sí una estela de
estrellas. Cada vez que Claudio ponía el pie en tierra el
bastón tomaba su aspecto pacífico, el mango lúcido, el viejo herrete. La
tarde pasó rápida entre aquellos juegos. Hacia la noche Claudio se asomó hacia la carretera, y he aquí que ve al viejo con los lentes de oro. Claudio
lo observó con curiosidad, pero no pudo ver en él nada de especial: era
un viejo señor cualquiera, un poco cansado por el paseo. —
¿Te gusta el bastón?, preguntó sonriendo a Claudio. Claudio creyó que se
lo pedía, y se lo alargó, enrojecido. Pero el viejo hizo señal de que
no. — Tenlo, tenlo, dijo. ¿Qué hago yo con un bastón? Tú
puedes volar, yo sólo podré apoyarme. Me apoyaré en el muro y será lo
mismo. Y se fue sonriendo, porque no hay persona más feliz que el viejo que puede regalar alguna cosa a un niño.
Gianni Rodari
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De: MYRYS |
Enviado: 17/03/2012 21:00 |
ESA MAGIA DE LA INFANCIA,QUE TRANSFORMA LA REALIDAD EN FANTASIA,SE PERCIBE EN EL CORAZON DE ESTE NIÑO Y DEL ANCIANO QUE LO ENTIENDE Y LO APOYA EN SUS SUEÑOS,PORQ' DE ESTOS SALDRAN OTRAS TANGIBLES REALIDADES...
ME ENCANTO,SHASHA...GRACIAS! |
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