Miguel Ángel Buonarroti,
considerado un genio del Renacimiento y del arte universal , fue
arquitecto, pintor, escultor, y poeta. Nació el 6 de Marzo de 1475 en el
pueblo de Caprece, de esencia florentino mantuvo sus lazos con
Florencia su arte y cultura. La mayor parte de su madurez la pasó en
Roma, trabajando en los encargos de los sucesivos papas. Su deseo fue
ser enterrado en Florencia en la iglesia de Santa Crose y así fue
después de su fallecimiento.
El 15 de agosto de 1483 Sixto IV consagró la Capilla Sixtina
a la Asunción de la Virgen y la dedicó a ella. Julio II della Rovere
(pontífice desde 1503 hasta 1513), sobrino de Sixto IV, decidió
modificar parcialmente la decoración de ésta, confiando el encargo a
Miguel Ángel en 1508, quien pintó la bóveda y los
lunetos, en la parte alta de las paredes. En octubre de 1512 el trabajo
había terminado y el día de Todos los Santos (1° de noviembre), Julio
II inauguró la Sixtina con una misa solemne. En los nueve recuadros
centrales se hallan representadas las Historias del Génesis, desde la Creación , protagonista de este rincón, hasta la Caída del hombre, el Diluvio y el nuevo renacer de la humanidad con la familia de Noé.
El
episodio de la Creación del Hombre tiene como punto central el contacto
entre los dedos del Creador y los de Adán, a través del cual se
transmite el soplo de la vida. Dios, sostenido por ángeles que vuelan y
envuelto en un manto, se dirige hacia Adán, representado como un atleta
en reposo, cuya belleza parece confirmar las palabras del Antiguo
Testamento, según las cuales el Hombre fue creado a imagen y semejanza
de Dios.
Acabamos
de leer qué es lo que dicen los libros de arte sobre esta escena
pintada por Miguel Angel y que ocupa el centro de la bóveda de la
Capilla Sixtina, pero a parte de esta “lectura”
bíblica en la cual se representa La Creación, nosotros vamos a hacer una
aproximación diferente, y nos vamos a fijar en esas dos manos que casi
se tocan. Esas manos que están llenas de vida, esas manos en las que
identifico un acto de generosidad, un darse uno mismo, un ayudar a
alguien que lo necesita. La mano de
Adán está
pidiendo ayuda, desde su desesperación está clamando por una esperanza,
por la liberación de su alma de las tristezas terrenales, de la
injusticia, del egoísmo, del sufrimiento, es una mano tendida hacia la
esperanza y la felicidad representada por Dios que se acerca a Adán
estirando su brazo y ofreciendo su mano. En
nuestra vida muchas veces nos toca identificarnos con una de las dos
manos, en unas ocasiones con la mano que pide y en otras con la que da.
En determinadas circunstancias nos toca pedir ayuda a quien tenemos
cerca (nuestra familia, nuestros amigos…) y en otras representar el papel de la mano que ofrece esa ayuda, la mano que tranquiliza, que escucha, que da sosiego, la mano que dedica su tiempo al otro, la mano que reconforta.
El
equilibrio personal podría estar en saber estirar la mano para pedir
cuando nos hace falta y por supuesto olvidarnos un poco de nosotros
mismos y darnos en ese gesto de generosidad desinteresada ofreciendo
nuestra mano cuando nos la piden, o cuando pensamos que es necesario. En nuestra mano está el extender nuestro brazo, tanto para "pedir" como para "dar", las dos situaciones nos enriquecen.