Esta mujer de apenas
metro y medio es el terror de funcionarios corruptos y maridos
maltratadores; en su organización (Gulabi Gang) acoge a las mujeres que
huyen
.
Sunitha se oculta en un portal
para mostrar los moratones de sus muslos. La osadía de salir de casa sin
permiso del marido le costó una paliza.
La Policía no aceptó la
denuncia y avisó al marido. Recibió una segunda paliza.
Ahora ha vuelto a
salir de casa sin permiso, pero es poco probable que reciba más golpes.
Con el ceño fruncido Sampat Pal escucha su relato.
Sunitha ha recorrido
cincuenta kilómetros para hablar con esta mujer de 47 años vestida con
un sari rosa. Sampat mira a Jay Prakash, su mano derecha, y le hace una
señal. La Gulabi Gang -la banda rosa- intervendrá.
«En la India hay
algo peor que ser pobre. Es nacer mujer» afirma Sampat con energía.
Esta
mujer de apenas metro y medio se ha convertido en un símbolo contra la
opresión de la mujer y en el terror de funcionarios corruptos y maridos
maltratadores. Cansada de los abusos y la falta de justicia creó hace
unos seis años años la Gulabi Gang en el distrito de Banda, en Uttar
Pradesh. Al principio eran 25 mujeres. Hoy son un ejercito de 180.000
féminas. Mujeres analfabetas, de las castas más bajas, viudas, todas
maltratadas de una forma o de otra por una sociedad patriarcal y unas
instituciones corruptas.
El sari rosa es su uniforme y el lathi
-bastón de bambú- su arma. «Sólo lo llevamos para hacernos respetar»
dice Sampat, «el verdadero arma es que estamos unidas. Cuando las
mujeres luchan juntas son más fuertes».
Y vaya si se hacen respetar.
Han asediado comisarías cuando la policía se ha negado a registrar
denuncias de violación o palizas y secuestrado camiones de comida
destinados a los pobres cuando funcionarios con pocos escrúpulos se
dirigían al mercado a vender los alimentos.
Entregada a los 12 años
Sampat
conoce bien las vicisitudes a las que se enfrenta una mujer en la
India. Apenas sabe leer y escribir. Sus padres consideraron innecesario
que estudiase. A los doce años fue entregada a un hombre diez años
mayor. Su familia política pensaba que debía utilizar un velo, por
decencia. Su marido opinaba que no estaba bien que saliese a la calle
sola.
«Toda mi vida he vivido
oprimida. He dependido de mi padre, mi marido y mi hijo. Una mujer no
encuentra la felicidad ni en la casa de su padre ni en la de su
marido...» canta la comandante en jefe del ejército de los
saris rosa.
Con sencillas canciones resume el sentir de las mujeres y
arenga a sus tropas.
La revolución de Sampat no sólo se reduce a la
lucha contra los maltratos y la corrupción. «Las mujeres deben ser
independientes económicamente, así serán más libres», explica la
activista.
Para ello ha puesto en marcha diversos talleres de costura en
los que las mujeres aprenden un oficio.
Para ayudar a Sunitha lo
primero es localizar a un médico que elabore un informe de las lesiones.
Después acudirán a la comisaría. A una mujer sola se la puede ignorar. A
cien, no. Finalmente una delegación de las Gulabi Gang visitará al
marido. Si vuelve a agredir a su mujer se enfrentará a Sampat y sus
guerreras. Y a sus lathis. No sería el primero.
(JAIME LEÓN ROS) | NUEVA DELHI
ÁNIMO SAMPAT...
Olé y olé por mujeres como éstas que, ante todo, defienden sus derechos como cualquier mortal.
*shasha*