Al caminar por los senderos en una reserva natural, encuentro que señales marcan el camino. Pero a medida que ando por el bosque de la reserva, puede que la vía no sea clara; mas confío en las señales y sigo la senda que me llevará a mi destino.
Del mismo modo, al comenzar nuevos proyectos, tomar decisiones importantes o sanar relaciones personales, tengo fe en la dirección divina. No necesito ver todo el camino antes de comenzar. Sé que Dios guía cada etapa de mi viaje —aun cuando no vea claramente al otro lado del recodo. Qué alivio me brinda dejar ir la necesidad de conocer cada detalle. Si encuentro obstáculos, los considero puntos de apoyo. Todo me lleva hacia mi destino divino cuando ejercito mi fe en el poder de Dios.
Si tuvieran fe como un grano de mostaza … ¡Nada sería imposible para ustedes!—Mateo 17:20
Cada fiesta o evento provee una oportunidad para expresar Amor divino. Me preparo reconociendo la presencia de Dios en toda persona. Cuando llego al lugar de la reunión, el amor irradia en mí y por medio de mí según honro la divinidad en todos a mi alrededor. Soy paciente, amable, respetuoso y ameno.
La actividad de Dios en mí —el amor— fluye por todo mi ser. Esta circulación constante de energía actúa como un imán que atrae más amor a mi vida. Participo en las actividades a mi alrededor con un corazón afable y abierto. Veo lo mejor en mis familiares, amigos y compañeros de trabajo. Afirmo: El amor en mí saluda y honra el amor en ti.
Me regocijo al dar y recibir Amor divino y vivir la vida al máximo.
Todo el que ama es hijo de Dios y conoce a Dios.—1 Juan 4:7
Descubro aguas vivas en la fuente profunda de mi alma.
Un relato popular cuenta que un granjero se propuso hacer un pozo. Cerca de haber cavado cinco metros, la tierra todavía estaba seca y el granjero se disgustó. Él se movió a otro lado, y luego a otros dos más. Su esposa le sugirió que cavara más profundamente justo donde estaba. Él siguió su consejo y encontró una fuente abundante de agua.
En ocasiones, puede que yo actúe como el granjero y piense que mis prácticas espirituales son áridas e improductivas. Sin embargo, si continúo profundizando con fe, pronto llegaré al pozo sagrado de mi alma. Jesús nos habló de las aguas vivientes de la Fuente eterna. Tomo de esa Fuente con gozo yendo más profundamente a mi interior, ¡justo donde estoy!
Porque el agua que yo le daré se convertirá en él en manantial de agua que brotará dándole vida eterna.—Juan 4:14