Doy gracias por la fortaleza moradora del amor maternal.
Bendigo y doy gracias a las madres por doquier. Alabo su fortaleza y compromiso, y aplaudo su devoción incansable y desinteresada. ¡Siento asombro y admiración por todas las expresiones diversas, hermosas y sagradas de la maternidad!
Al reflexionar acerca de las madres, tomo un momento para reconocer que el espíritu glorioso del amor materno también mora en mí. Siento gratitud por mi capacidad de paciencia infinita y amor incondicional que apoya, protege, fortalece y sustenta a otros.
Las madres expresan el amor divino con su ternura y firmeza. La dedicación y entrega maternas enriquecen al mundo más allá de toda medida.
Pedimos que se fortalezcan con todo el glorioso poder de Dios para que tengan toda la constancia y la paciencia que necesitan.—Colosenses 1:11
En el silencio de la oración, centro mi atención en la presencia de Dios. Aquieto mis pensamientos y escucho a medida que Dios me habla:
“No temas, porque estoy contigo. Te sostengo en Mi abrazo amoroso, protegiéndote, consolándote y dándote la fortaleza que necesitas.
“Mi presencia está contigo y en ti. Siente Mi amor y disfruta de paz en tu mente y corazón. Ten fe, ten calma, ten serenidad —mis regalos para ti. Siente la seguridad de que estoy en cada una de las personas en la Tierra. Yo guío las mentes y los corazones de todas Mis creaciones; para que la lucha cese y la comprensión reine. Siempre estoy contigo, mi bien amado. Disfruta de Mi paz”.
Que en el corazón de ustedes gobierne la paz de Cristo.—Colosenses 3:15
Dejo ir y dejo que Dios sea Dios en mi vida y en las vidas de mis seres queridos.
Observar a un hijo montarse en el autobús escolar, empezar una nueva carrera o comenzar su propia familia hace que los padres aprendan a dejar ir. Los padres se sienten orgullosos por cada paso en el crecimiento de sus hijos hacia la independencia, sin embargo, puede que encuentren difícil dejar ir el control.
Bien sea hijo, padre o madre, cónyuge o amigo, cada uno tiene su camino que seguir, y confío en Dios para que los guíe en el sendero que han de tomar. Asido a mi fe en Dios, dejo ir la necesidad de estar en control. Confío en que Dios les muestra —y me muestra a mí— una visión mucho mayor a la que yo pudiera imaginar. Al dejar ir y dejar a Dios actuar, permito que mis seres queridos alcancen su potencial.
¡Soy como un verde olivo en la casa de Dios, y en su misericordia confío ahora y siempre!—Salmo 52:8