Al reflexionar en la dirección de mi vida, tomo en consideración las cosas que me gustarían experimentar. Visualizo el resultado que deseo. Pienso en cómo me sentiré cuando esa bendición se haga evidente. Llevo estos pensamientos y sentimientos a oración e imagino el bien que deseo.
Mantengo una visión de paz, luz y amor. Mi visión inspirada ve más allá de cualquier apariencia de caos o limitación a la belleza y perfección inherentes en toda la creación. Miro más allá de cualquier reto aparente al cumplimiento de mi inspiración.
Plenamente conectado con el poder creativo en mí, mantengo una visión de bien rebosante. Veo la vida rica con gozo, amor y paz. Sé que todas las cosas son posibles, y tengo mi mente abierta a mi bien.