Cuando se me pide que ore por otros, miro más allá de la historia y detalles de sus vidas. Discierno la verdad subyacente en las apariencias y encuentro la esencia sagrada en cada situación.
Al tener presente que cada uno de nosotros es una expresión de Dios, afirmo que las cualidades divinas están activas en los demás siempre: vida sanadora, amor conciliador, sabiduría edificante y mucho más. Aprecio nuestra naturaleza sagrada, consciente de los atributos divinos moradores.
Contemplar esta verdad más profundamente me permite mantener mi fe firme según oro por otros. Mantengo una vigilia interna en la que afirmo, espero y reconozco su fortaleza, sabiduría y poder.