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General: LA PALABRA DIARIA MES DE ENERO
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De: Tatisverde (Mensaje original) |
Enviado: 12/01/2020 02:04 |
EL PODER SANADOR DEL PERDÓN ES MÍO.
Perdonar es muy poderoso. Jesús estaba consciente de ello cuando eligió perdonar a los que estaban en su contra. El perdón nos lleva a mirar más allá del comportamiento de otro y verlo como un hijo de Dios.
No significa tolerar una acción o comportamiento nocivo. Perdonar nos brinda la oportunidad de liberar pensamientos y sentimientos negativos para encontrar la fortaleza para seguir adelante.
También es importante perdonarme y verme como hijo de Dios. Si he actuado de una manera que lamento, me perdono, aprendo de mi error, y sigo adelante. Al perdonar estoy siguiendo las enseñanzas de Jesús. Al mirar hacia adelante y no hacia atrás, siento paz.
Sean bondadosos y misericordiosos, y perdónense unos a otros, así como también Dios los perdonó a ustedes en Cristo.—Efesios 4:32
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EXPRESO AL CRISTO QUE MORA EN MÍ SIENDO AFABLE.
El Dr. Martin Luther King, Jr., declaró: “La estatura de un hombre no se mide por cómo se comporta en momentos de comodidad y prosperidad, sino por cómo reacciona durante momentos de desafío y controversia”.
Decido permanecer firme cuando mi vida es estable y constante y cuando está llena de pruebas y desafíos. Reconozco que el espíritu de Dios mora en mí, y que superaré cualquier reto.
Mi fe es fuerte e inquebrantable, y mi actitud lo refleja. El compromiso de expresar completamente mi naturaleza espiritual inspira a los que me rodean. Expreso lo mejor de mí mismo a través de mi actitud bondadosa. Es fácil permitir que mi luz brille cuando estoy consciente de la luz de Dios en mí.
Que la luz de ustedes alumbre delante de todos, para que todos vean sus buenas obras y glorifiquen a su Padre, que está en los cielos.—Mateo 5:16
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LA GRACIA DIVINA ESTÁ VIVA EN MÍ.
Cuando pensaba en la gracia, lo hacía creyendo que era un regalo de bendiciones o una fuerza exterior que me otorgaba la capacidad de aguantar los desafíos de la vida. Hoy mi entendimiento acerca de la gracia ha evolucionado. Me doy cuenta de que mi vida, todas mis acciones, todo mi ser, están dentro del ámbito de Dios. La energía divina mora en cada célula de mi cuerpo y es parte de lo que soy.
Avivo mi conciencia de esta Verdad respirando profundamente en un momento de quie-tud. Traigo a mi mente un desafío, y siento y visualizo que una ola de gracia se derrama y se lleva toda preocupación. Inmerso en la gracia, imagino que mis preocupaciones se disipan, y aseguro resultados divinos. Tengo fe en la gracia viva en mí, y estoy en paz.
Que la gracia y la paz les sea multiplicada por medio del conocimiento de Dios.—2 Pedro 1:2
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ORO POR LA PAZ EN LAS MENTES Y LOS CORAZONES DE TODOS LOS SERES.
La paz mundial comienza conmigo. Antes de orar por la paz en el mundo, me alineo con la presencia de Dios. Como un lago quieto y plácido, esta Presencia apacible mora en silencio y está disponible siempre. A medida que me sosiego, mi mente se calma, mi cuerpo se detiene y yo siento una gran paz. Respiro profundamente, soltando la tensión en mi cuerpo y disolviendo las preocupaciones en mi mente.
Desde este lugar tranquilo, imagino los corazones y las mentes de todas las personas en paz y brillando como la luz del sol en la superficie del agua. Visualizo que esta paz emana relucientemente de cada persona y se extiende por todo el mundo, llenando de amor todos los corazones. Experimento y afirmo paz interna, y ésta se magnifica por todo el mundo.
Apártese del mal y haga el bien. Busque la paz y sígala.—1 Pedro 3:11
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DEJO QUE DIOS SEA DIOS EN MÍ.
Meister Eckhart, un místico alemán, enseñó: “Lo que Dios te pide más imperiosamente es que salgas de ti mismo y permitas que Dios sea Dios en ti”. Reflexionando sobre las palabras de Eckhart, recuerdo que no tengo que sentir frustración por los límites de la sabiduría y la comprensión humanas.
Dejar ir y dejar que Dios actúe me recuerda que la presencia de Dios va conmigo a lo largo de cada experiencia de mi vida. El amor, la vida, la sabiduría, la comprensión y la fortaleza de Dios, así como el poder divino de liberación, están presentes cada vez que los necesito. Mi yo humano, junto con la presencia permanente de Dios, el Cristo en mí, proporcionan el bien que deseo en mi vida. Dejo que Dios sea Dios en mí.
Las palabras que yo les hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre, que vive en mí, es quien hace las obras.—Juan 14:10
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