Orar es una actividad sagrada, una manera de sentirnos conectados con Dios y con todos y todo en el universo. La oración me eleva a una nueva conciencia de mi identidad divina. El tiempo que paso en oración afirmativa me sostiene cuando enfrento un desafío en mi vida o cuando siento preocupación por un ser querido.
Si no me siento bien, avivo la vida en mí según oro. Si dudo acerca de mi próximo paso, acudo a mi luz interna y permito que la sabiduría divina inspire mis palabras y acciones. Recuerdo que soy amor y expreso amor a otros.
Mi día se torna más brillante cuando establezco la intención de ser luz. Con cada oración doy gracias, sabiendo que el bien que deseo ya está disponible, solo espera que yo lo acepte.