A veces, he buscado a los demás por su fuerza y valor, especialmente en momentos en que me he sentido sin voluntad para ayudarme a mí mismo. Doy gracias por aquellas personas en mi vida que fueron fuertes cuando mi fortaleza menguaba, por quienes fueron valientes cuando yo luchaba para superar mis obstáculos y valerosos cuando yo no podía defenderme.
Su protección y cuidado me mantuvieron a salvo hasta que pude sostenerme a mí mismo. Su ejemplo ha permanecido conmigo. Ahora, acudo al Espíritu divino en mí cuando me siento vulnerable y necesito protección. Recurro a la fortaleza que mora en mí. Agradezco la Presencia protectora según prosigo en mi sendero.