Escucha Dios!
¡Escucha Dios!
Yo nunca hablé contigo. Hoy quiero saludarte:
¿Como estás? ¿Tú sabes?
Me decian que no existes, y yo, tonto, creí que era verdad.
Anoche vi tu cielo. Me encontraba oculto en un hoyo de granada. . .
¡Quién iba a creer que para verte, bastaba con tenderse uno de espaldas!
No sé si aun querrás darme la mano; al menos, creo que me entiendes.
Es raro que no te haya encontrado antes, sino en un infierno como éste.
Pues bien... ya todo te lo he dicho.
Aunque la ofensiva pronto nos espera, Dios,
no tengo miedo desde que descubrí que estabas cerca.
¡La señal!...
Tal vez llame a tu cielo. Comprendo que no he sido amigo tuyo, pero...
¿Me esperaras si hasta Ti llego?
¡Cómo!... ¡Mira Dios!... ¡Estoy llorando!... ¡Tarde te descubrí!... ¡Cuanto lo siento!...
Dispensa... Debo irme...
¡Buena Suerte!...
¡Que raro, sin temor voy a la muerte!...
Encontrado en la chaqueta de un soldado muerto en combate
*
Cuando nacemos, nos encontramos con la otra cara de Dios.
Venimos del mundo del espíritu para entablar una
relación de amor con la vida en la materia y tanta
es nuestra pasión que nos olvidamos a quien estamos amando.
Llegamos a creer que todo es un reflejo de lo enseñado
y hasta nos convencemos que el mundo no podría ser
de otra manera que la vista por nuestros ojos.
Solo en el momento de la partida vemos nuevamente
la luz del espíritu que nos espera al final del camino
. Un sendero largo y casi olvidado.
Mientras que allí estuvo siempre, esperando...
un abrazo de amor con el universo y una relación que
nos enriquece a cada instante porque somos parte del
crecimiento y desarrollo de un infinito que nos contiene.
No esperes descubrir a Dios en los momentos mas cruciales.
Entabla una buena relación de amistad con El, pues
está presente en todo, aún detrás de este mensaje.
© Miguel Angel Arcel
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