Extracto de "El Sentido de la Belleza"
Nuestro mundo se compone de infinidad de cosas.
Entre lo que vemos y lo que no vemos,
entendemos y no entendemos.
Percibimos más a medida que actualizamos nuestro
saber del mundo y el producto que deviene
de nuestras relaciones con los otros.
A medida que vamos comprendiendo y
abarcando con los lazos de la razón partes
de un mundo que pertenece a un universo
inconmensurable, quedamos un poquito más
libres para enfocar sobre otros puntos, tanto
de nuestro interior como del exterior,
sobre aquellos misterios que están allí y
conforman nuestro universo de relaciones.
Tenemos una idea de Dios y una idea del No-Dios.
Queremos conocer a ese Dios que se nos manifiesta
desde la palabra instaurada en la niñez y se escapa
a la razón misma, dibujándose en nuestros más
íntimos horizontes, en nuestras noches de silencio,
en nuestros días de angustias, en tantos momentos
en que necesitamos calmar las tormentas invisibles
que atacan nuestra estabilidad emocional.
En esa búsqueda de Dios, el hombre ha construido
andamios intelectuales para subirse a los cielos
de sus ideales y atisbar desde allí su presencia.
En esa búsqueda de Dios, el hombre ha ordenado
y clasificado los eventos históricos desde
el entendimiento reinante en las distintas
épocas para darle un marco de realidad
a una realidad que no se ajusta a la verdad.
Es por ello que ha creado las distintas religiones.
Las religiones son pues, la política de la espiritualidad.
Son formas de encuentros reglamentadas desde
la subjetividad de grupos humanos que buscan
caminar una misma senda integrándose a sí mismos
y diferenciándose de otros.
Tienen la característica que los enraiza a sus
propios sistemas productivos, es decir que de acuerdo
a como producen sus bienes y gozan de ellos,
tendrán una forma y no otra de religarse a la divinidad.
Su religión será pues, una muestra más de
sus propias capacidades de relacionarse con los
otros, entre los que Dios los evade con su presencia.
Y el no poder entenderlo es el mayor gozo para ellos.
........................................................................................
Más allá de las palabras, más allá del signo, cuando
los símbolos se van apagando, brilla en la ausencia,
una luz que es la verdad. Esa verdad, en su infinito
brillo es Dios, que no piensa como nosotros,
sin embargo nuestro pensamiento está comprendido en El.
Los seres humanos cuando sufren, piden a ese
Dios que conocen, y no al que no conocen, un poco de paz,
de misericordia, de alegría, de armonía en sus vidas.
Esto es pedir un poco de belleza en su entorno.
Dejar de ver el mundo gris y opaco, dejar de sufrir
y encontrar un poco de felicidad. Eso es pedir por la verdad,
por la solución, por la paz, por la armonía, eso es pedir
por un poco de belleza. Y cuando nuestros sentidos
se encuentran con algo bello, nuestra alma se regocija
verdaderamente. Por eso en tantas ocasiones remediar
con la palabra una falta, remediar con un consejo o con la
presencia, es otorgarle al otro la posibilidad de
encontrar algo de esa belleza, como cuando uno
era niño y encontrábamos que todo lo que nos
emocionaba y nos alegraba, era realmente bello.
©Miguel Angel Arcel
|