Del libro "Viaje a Ixtlan"
El arte de un cazador es volverse inaccesible. ser inaccesible significa tocar lo menos posible el mundo que te rodea. No comes cinco perdices, comes una. No dañas a las plantas sólo por hacer una fosa para barbacoa. No usas ni exprimes a la gente hasta dejarla en nada, y menos a la gente que uno ama.
Ponerse fuera del alcance significa que evitas, a propósito, agotarte a tí mismo y a los otros. Significa que no estás hambriento y desesperado como aquel que siente que no volverá a comer y devora toda la comida que puede.
Un cazador sabe que atraerá caza a sus trampas una y otra vez, así que no se preocupa.
Preocuparse es ponerse al alcance, sin quererlo. Y una vez que te preocupas, te agarras a cualquier cosa por desesperación; y una vez que te aferras, forzosamente te agotas, o agotas a las cosas o persona de la que estás agarrado.
Ser inaccesible no significa esconderse ni andar con secretos. Tampoco significa que no puedas tratar con la gente. Un cazador usa su mundo lo menos posible y con ternura, sin importar que el mundo sean cosas o plantas, o animales, o personas, o poder. Un cazador tiene trato íntimo con su mundo, y sin embargo es inaccesible para ese mismo mundo.
Es inaccesible porque no exprime ni deforma su mundo. Lo toca levemente, se queda cuanto necesita quedarse, y luego se aleja raudo, casi sin dejar señal alguna.
del libro "Viaje a Ixtlan" de Carlos Castaneda
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¡Cuántas veces en nuestros días cotidianos nos entregamos a la tarea de imponer nuestros pensamientos y nuestras desiciones a la gente que nos rodea y en el mundo que nos toca vivir!
Y a pesar del trabajo que supone imponernos, cuando ya hemos logrado nuestro fín, en lugar de disfrutar y compartir, reconocemos que nos hemos agotado, a la vez que observamos el cansancio en la mirada de los otros.
Si hemos pasado el tiempo agotando a las cosas y a la gente, ese tiempo no vuelve gratuitamente a nosotros, entonces es posible que además de cansados debemos aceptar que también las cosas del mundo y su gente nos modifique a nosotros. Pero cuando se tiene el trato justo, exacto y afectivo, uno toca el mundo, se maravilla con él, y nuestra esencia permanece intacta. He ahí nuestra libertad que se despliega como la mañana en un día de primavera, y las voces de quienes se han querido imponer vuelven a su fuente y se ajustan a los lazos de donde provienen que no es otra cosa que el mundo social que los impulsa, los ata y los retiene.
Miguel Angel Arce
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