Mi querido amor, mi amor del alma, no llores
mi ausencia, es efimera, no me fui para
siempre, ni habiéndome ido he dejado
de quererte.
No sientes mi aliento en la brisa fresca del
atardecer, no notas mi calor en el cálido
sol de la mañana y en el trinar alegre y
melodioso del ruiseñor?
No sabes amor que cuando dos almas
nacen y se unen una y otra vez,
jamás vuelven a separarse.
Es hora ya de despertar, no sentir el frio
gélido del invierno en la madrugada, ni
la desesperación de la soledad.
No estás solo, nunca lo estuviste, siempre
hemos volado juntos en la inmensidad
del universo, tu energía y la mía se han
fundido muchas veces, y así será
para siempre.
Cuando te invada la tristeza recuerda
que juntos hemos sorteado miriadas de
estrellas, galaxias trás galaxias, y que no
hay nada que pueda superar y compararse
al amor de dos almas que se funden en
una sola.
Subiremos en Pegaso, en unicornios
dorados, y como niños reiremos de
alegría y gozo.
¿Recuerdas la noria de rutilantes estrellas
que un día formamos para nuestra diversión,
y como ellas giraban locas de frenesí y
felicidad al contemplar tanto amor?
Nunca me iré de tu lado, no podría, somos
el uno del otro, nos pertenecemos por
toda una eternidad.
Este amor tan integral, tan puro, tan
divino y celestial, sólo lo conocerás en
un nuevo amanecer. De tal forma se
colmará tu corazón, que de tus manos
abiertas, rayos violetas expandirás hacia
el mundo para beneficiar a otros seres
que se quedaron atrás.
¡Ea! no llores más corazón, desaloja
la tristeza, y subamos como siempre
a nuestro arco iris lunar donde tantas veces
nos hemos encontrado y volveremos
a encontrar.
Despliega tus alas, volemos libres y
felices.
¡Ya es hora de despertar!
Con cariño