¿POR QUÉ IR A
MISA?
Una persona que siempre iba
a Misa, escribió una carta al editor de un periódico quejándose de que no tenía
ningún sentido ir a Misa todos los domingos. "He ido a la Iglesia durante 30
años, escribía. En ese tiempo he escuchado algo así como unos 3,000 sermones.
Pero juro por mi vida, que no puedo recordar uno solo de ellos. Por eso pienso
que estoy perdiendo mi tiempo y los padres están perdiendo su tiempo dando
sermones. "
Para el deleite
del editor, esto empezó una verdadera controversia en la columna de "Cartas al
Editor". Esto continuó durante semanas hasta que alguien escribió esta
nota:
"He estado casado por 30 años. Durante ese tiempo mi esposa me ha
cocinado unas 32,000 comidas. Pero juro por mi vida, que no puedo recordar el
menú entero de todas esas comidas. Pero sé una cosa: Esas comidas me nutrieron y
me dieron la fuerza necesaria para hacer mi trabajo. Si mi esposa no me hubiera
dado todas esas comidas, estaría físicamente muerto hoy. Igualmente, si no
hubiera ido a la iglesia para nutrirme, ¡estaría espiritualmente muerto hoy!
Cuando tú no estás en nada.... ¡Dios si está en algo! La fe ve lo invisible,
cree lo increíble y recibe lo imposible! Da gracias a Dios por nuestra nutrición
física y simplemente di:
Jesús, ¿podrías atender la puerta por
favor?.
Creo en Dios como un ciego cree en el sol, no porque lo ve, sino
porque lo siente".
A continuación
podrán leer la catequesis impartida por el Papa Francisco el 14 de diciembre de
2017 centrada en la pregunta ¿por qué ir a Misa el
domingo?:
Queridos hermanos
y hermanas, ¡buenos días!
Retomando el camino de catequesis sobre la
Misa, hoy nos preguntamos: ¿Por qué ir a Misa el domingo?
La celebración
dominical de la Eucaristía está al centro de la vida de la Iglesia (Cfr.
Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2177). Nosotros los cristianos vamos a Misa
el domingo para encontrar al Señor resucitado, o mejor dicho para dejarnos
encontrar por Él, escuchar su palabra, nutrirnos en su mesa, y así hacernos
Iglesia, es decir, su Cuerpo místico viviente en el mundo.
Lo han
comprendido, desde el primer momento, los discípulos de Jesús, los cuales han
celebrado el encuentro eucarístico con el Señor en el día de la semana que los
judíos llamaban “el primero de la semana” y los romanos “día del sol”, porque
ese día Jesús había resucitado de los muertos y se había aparecido a los
discípulos, hablando con ellos, comiendo con ellos, donándoles a ellos el
Espíritu Santo (Cfr. Mt 28,1; Mc 16,9.14; Lc 24,1.13; Jn 20,1.19), como hemos
escuchado en la Lectura bíblica. Incluso la gran efusión del Espíritu en
Pentecostés sucede el domingo, el quincuagésimo día después de la resurrección
de Jesús.
Por estas razones, el domingo es un día santo para nosotros,
santificado por la celebración eucarística, presencia viva del Señor entre
nosotros y para nosotros. ¡Es la Misa, pues, lo que hace al domingo cristiano!
El domingo cristiano gira alrededor de la Misa. ¿Qué domingo es, para un
cristiano, aquel en el cual falta el encuentro con el Señor?
Existen
comunidades cristianas que, lamentablemente, no pueden gozar de la Misa cada
domingo; sin embargo ellas, en este santo día, están llamadas a recogerse en
oración en el nombre del Señor, escuchando la Palabra de Dios y teniendo vivo el
deseo de la Eucaristía.
Algunas sociedades secularizadas han perdido el
sentido cristiano del domingo iluminado por la Eucaristía. Es un pecado, esto.
En este contexto es necesario reavivar esta conciencia, para recuperar el
significado de la fiesta – no perder el sentido de la fiesta –, el significado
de la alegría, de la comunidad parroquial, de la solidaridad, del descanso que
repone el alma y el cuerpo (Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, nn.
2177-2188).
De todos estos valores nos es maestra la Eucaristía, domingo
tras domingo. Por esto el Concilio Vaticano II ha querido reafirmar que «el
domingo es la fiesta primordial, que debe presentarse e inculcarse a la piedad
de los fieles, de modo que sea también día de alegría y de liberación del
trabajo» (Const. Sacrosanctum Concilium, 106).
La abstención dominical
del trabajo no existía en los primeros siglos: es un aporte específico del
cristianismo. Por tradición bíblica los judíos descansan el sábado, mientras en
la sociedad romana no estaba previsto un día semanal de abstención de los
trabajos serviles. Fue el sentido cristiano del vivir como hijos y no como
esclavos, animado por la Eucaristía, a hacer del domingo – casi universalmente –
el día de descanso.
Sin Cristo somos condenados a ser dominados por el
cansancio del cotidiano, con sus preocupaciones, y del temor del mañana. El
encuentro dominical con el Señor nos da la fuerza de vivir el hoy con confianza
y valentía e ir adelante con esperanza. Por esto los cristianos vamos a
encontrar al Señor el domingo, en la celebración eucarística.
La Comunión
eucarística con Jesús, Resucitado y Vivo en eterno, anticipa el domingo sin
ocaso, cuando no existirá más fatiga ni dolor ni luto ni lágrimas, sino sólo la
alegría de vivir plenamente y por siempre con el Señor. También de este beato
descanso nos habla la Misa del domingo, enseñándonos, en el fluir de la semana,
a encomendarnos en las manos del Padre que está en los cielos.
¿Qué cosa
podemos responder a quien dice que no sirve ir a Misa, ni siquiera el domingo,
porque lo importante es vivir bien, amar al prójimo? Es verdad que la calidad de
la vida cristiana se mide por la capacidad de amar, como ha dicho Jesús: «En
esto todos reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan
los unos a los otros» (Jn 13,35); pero, ¿Cómo podemos practicar el Evangelio sin
tomar la energía necesaria para hacerlo, un domingo detrás del otro, de la
fuente inagotable de la Eucaristía?
No vamos a Misa para dar algo a Dios,
sino para recibir de Él lo que de verdad tenemos necesidad. Lo recuerda la
oración de la Iglesia, que así se dirige a Dios: «Pues aunque no necesitas
nuestra alabanza, ni nuestras bendiciones te enriquecen, tú inspiras y haces
tuya nuestra acción de gracias, para que nos sirva de salvación» (Misal Romano,
Prefacio Común IV).
En conclusión, ¿Por qué ir a Misa el domingo? No es
suficiente responder que es un precepto de la Iglesia; esto ayuda a cuidar el
valor, pero esto sólo no es suficiente. Nosotros los cristianos tenemos
necesidad de participar en la Misa dominical porque sólo con la gracia de Jesús,
con su presencia viva en nosotros y entre nosotros, podemos poner en práctica su
mandamiento, y así ser sus testigos creíbles. Gracias.
Web católico de
Javier