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General: EL COFRE DE LOS VIDRIOS ROTOS
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De: PEDROLUIS49 (Mensaje original) |
Enviado: 21/11/2020 23:18 |
EL COFRE DE VIDRIOS
ROTOS
Érase una vez un anciano que había perdido a su esposa y vivía
solo. Había trabajado duramente como sastre toda su vida, pero los infortunios
lo habían dejado en bancarrota, y ahora era tan viejo que ya no podía
trabajar. Las manos le temblaban tanto que no podía enhebrar una aguja, y la
visión se le había enturbiado demasiado para hacer una costura
recta.
Tenía tres hijos
varones, pero los tres habían crecido y se habían casado, y estaban tan ocupados
con su propia vida que sólo tenían tiempo para cenar con su padre una vez por
semana. El anciano estaba cada vez más débil, y los hijos lo visitaban cada vez
menos.
-No quieren estar conmigo ahora -se decía- porque tienen miedo de
que yo me convierta en una carga.
Se pasó una noche en vela pensando qué
sería de él y al fin trazó un plan.
A la mañana siguiente fue a ver a su
amigo el carpintero y le pidió que le fabricara un cofre grande. Luego fue a ver
a su amigo el cerrajero y le pidió que le diera un cerrojo viejo. Por último fue
a ver a su amigo el vidriero y le pidió todos los fragmentos de vidrio roto que
tuviera.
El anciano se llevó el cofre a casa, lo llenó hasta el tope de
vidrios rotos, le echó llave y lo puso bajo la mesa de la cocina. Cuando sus
hijos fueron a cenar, lo tocaron con los pies.
-¿Qué hay en ese cofre?
preguntaron, mirando bajo la mesa. -Oh, nada -respondió el anciano-, sólo
algunas cosillas que he ahorrado.
Sus hijos lo empujaron y vieron que era
muy pesado. Lo patearon y oyeron un tintineo.
-Debe estar lleno con el
oro que ahorró a lo largo de los años -susurraron.
Deliberaron y
comprendieron que debían custodiar el tesoro. Decidieron turnarse para vivir con
el viejo, y así podrían cuidar también de él. La primera semana el hijo menor se
mudó a la casa del padre, y lo cuidó y le cocinó. A la semana siguiente lo
reemplazó el segundo hijo, y la semana siguiente acudió el mayor. Así siguieron
por un tiempo. Al fin, el anciano padre enfermó y falleció.
Los hijos le
hicieron un bonito funeral, pues sabían que una fortuna los aguardaba bajo la
mesa de la cocina, y podían costearse un gasto grande con el viejo. Cuando
terminó la ceremonia, buscaron en toda la casa hasta encontrar la llave, y
abrieron el cofre. Por supuesto, lo encontraron lleno de vidrios
rotos.
-¡Qué triquiñuela infame! -exclamó el hijo mayor-. ¡Qué crueldad
hacia sus hijos!
-Pero, ¿qué podía hacer? -preguntó tristemente el
segundo hijo-. Seamos francos. De no haber sido por el cofre, lo habríamos
descuidado hasta el final de sus días.
-Estoy avergonzado de mí mismo
-sollozó el hijo menor-. Obligamos a nuestro padre a rebajarse al engaño, porque
no observamos el mandamiento que él nos enseñó cuando éramos pequeños. Pero el
hijo mayor volcó el cofre para asegurarse de que no hubiera ningún objeto
valioso oculto entre los vidrios. Desparramó los vidrios en el suelo hasta
vaciar el cofre. Los tres hermanos miraron silenciosamente dentro, donde leyeron
una inscripción que el padre les había dejado en el fondo:
"Honrarás a tu
padre y a tu madre."
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