Cuando siento que el mundo es caótico o me da un poco de temor, pongo mi atención en el amor de Dios que es fuerte, ilimitado y permanente. La presencia y el poder de Dios nunca disminuyen debido a los eventos y circunstancias del mundo.
Me siento protegido cuando alineo mis pensamientos y sentimientos con esta verdad, cuando la llevo en mi corazón y siento su protección como una fortaleza que me escuda del peligro. Si regresan los pensamientos temerosos, recuerdo esta imagen de la fortaleza de Dios. Mi mente y mi cuerpo comienzan a tranquilizarse y un sentimiento de seguridad me envuelve como si fuera una cálida frazada.
Cada vez que me conecto con Dios, siento Su eterna protección.