Hoy me afianzo firmemente en mi fe. Acojo la vida con valor y confianza, viendo más allá de las apariencias al bien subyacente. Gracias a la fe venzo cualquier limitación. Sé que el poder de Dios en mí es mayor que cualquier situación retadora.
Al tener fe soy audaz y libre. La fe disipa el temor, porque ella me ayuda a reconocer la nada que es el miedo. La fe me recuerda que Dios es la única presencia y el único poder en mi vida y en el mundo.
Gracias a la fe soy estable y fuerte. Tengo la seguridad de que con Dios siempre hay una respuesta y un camino correctos.
Gracias a la fe camino confiadamente en la luz y se me muestra el sendero hacia mi mayor bien. Soy sanado. Soy bendecido.
Porque por fe andamos, no por vista.—2 Corintios 5:7