Un día como el de hoy, pero del año 2003, la oveja Dolly, el primer mamífero clonado del mundo, muere tras ser sacrificada por sufrir una grave infección pulmonar. Dolly había nacido a partir de un experimento llevado a cabo en el Instituto Roslin. Los científicos, luego de extraer una célula de la glándula mamaria de una oveja adulta, le quitaron el núcleo. Luego tomaron un óvulo no fecundado de la misma oveja, del cual conservaron el citoplasma. Finalmente unieron el núcleo extraído de la célula mamaria con el citoplasma del óvulo y le aplicaron una suave corriente eléctrica para estimular la unión. La nueva célula dio origen a un embrión que fue implantado en el útero de la oveja adulta, y tras los meses de gestación dio a luz un animal idéntico a sí misma. En 1999, sus creadores se percataron que Dolly envejecía aceleradamente. Un estudio demostró que la edad de sus cromosomas, en ese momento, no era de 3 años, sino de 9. La oveja clon empezó a tener problemas respiratorios, algo muy corriente en un animal de mucha edad. Las ovejas pueden vivir entre 11 y 12 años y Dolly estaba muy lejos de cumplirlos. Ian Wilmut, el creador de Dolly, comprobó que todos los animales clonados en el mundo sufren malformaciones genéticas y físicas, y frecuentemente envejecen precozmente. A pesar de que Dolly fue objeto de atención especial y tuvo un gran seguimiento, vivió el 50 % del tiempo que se estima de vida media para una oveja. Si existían ya argumentos de peso en contra de la clonación humana, lo sucedido con Dolly, los reforzaba aún más.