Mi Inspiración
El escultor alemán, Dannaker, trabajó por dos
años en una estatua de Cristo hasta que le pareció
que estaba perfecta. Llamó a una pequeña niña
a su estudio, señaló a la estatua y le preguntó:
-¿Quién es ese?
Ella lo miró por un momento, y luego sus ojos
se le llenaron de lágrimas mientras cruzaba
sus brazos en su pecho y decía:
-Deja a los niños venir a mí.
En esta ocasión Dannaker supo que había
tenido éxito.
Luego, el escultor confesó que durante esos seis años,
Cristo se le había revelado en una visión, y su
parte fue transferir al mármol lo que él había
visto con sus ojos internos.
Más tarde, cuando Napoleón Bonaparte le
pidió que hiciera una estatua de Venus para
el Louvre, Dannaker rehusó.
-Un hombre -dijo él- que ha visto a Cristo nunca
puede emplear sus dones en esculpir una diosa
pagana. Mi arte es, por tanto, algo consagrado.
El verdadero valor de un trabajo no viene de un
esfuerzo, ni por su acabado, sino de Cristo
que lo inspira.
Tomado de El libro devocionario
de Dios para jóvenes
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