Casi fuera del cielo
Por
Pablo Neruda
Casi fuera del cielo ancla entre dos montañas
la mitad de la luna.
Girante, errante noche, la cavadora de ojos.
A ver cuantas estrellas trizadas en la charca.
Hace una cruz de luto entre mis cejas, huye.
Fragua de metales azules, noches de las calladas luchas,
mi corazón da vueltas como un volante loco.
Niña venida de tan lejos, traída de tan lejos,
que a veces fulgurece su mirada debajo del cielo.
Quejumbre, tempestad, remolino de furia,
cruza encima de mi corazón sin detenerte.
Viento de los sepulcros acarrea, destroza, dispersa tu raíz somnolienta.
Desarraiga los grandes árboles al otro lado de ella.
Pero tú, clara niña, pregunta de humo, espiga.
Era la que iba formando el viento con hojas iluminadas.
Detrás de las montañas nocturnas, blanco lirio de incendio,
¡ah, nada puedo decir! Era hecha de todas las cosas.
Ansiedad que partiste mi pecho a cuchillazos,
es hora de seguir el camino, donde ella no sonría.
Tempestad que enterró las campanas, turbio revuelo de tormentas
¿para qué tocarla ahora?, ¿para qué entristecerla?
¡Ay que seguir el camino que se aleja de todo,
donde no esté atajando la angustia, la muerte,
el invierno,
con sus ojos entre el rocío!.