LA QUE CONFÍO
Si sólo confías en tus propias fuerzas, tienes
todas las razones del mundo para sentirte aprensivo,
ansioso y atemorizado.
¿Qué puedes predecir o
controlar? ¿Qué hay en ti con lo que puedas contar?
¿Qué te podría capacitar para ser
consciente de todas las facetas de un problema,
y de resolverlos de tal manera que de ello sólo resultase
lo bueno? ¿Qué hay en ti que te permita poder reconocer
la solución correcta, y garantizar su consecusión?
Por ti mismo no puedes hacer ninguna
de esas cosas. Creer que puedes es poner tu confianza
en algo que no es digno de ella, y justificar el miedo,
la ansiedad, la depresión, la ira y el pesar.
¿Quién puede depositar su fe en la debilidad y sentirse
seguro? Por otra parte, ¿quién puede depositar su
fe en la fortaleza y sentirse débil?
Dios es tu seguridad en toda circunstancia. Su Voz
habla por Él en toda situación y en todos los aspectos
de cada situación, diciéndote exactamente qué es lo
que tienes que hacer para invocar Su fortaleza y
Su protección. En esto no hay excepciones
porque en Dios no hay excepciones. Y la
Voz que habla por Él piensa como Él.
Hoy trata de llegar más allá de tu debilidad hasta
la Fuente de la verdadera fortaleza.
Realiza este ejercicio: son cuatro sesiones de práctica
de cinco minutos cada una, aunque se
te exhorta a que hagas más y a que les dediques
más tiempo.
Cierra los ojos y repite: Dios es la fortaleza en la
que confío. Luego dedica un minuto o dos a
buscar situaciones en tu vida que hayas revestido
de temor, y desecha cada una de ellas diciéndote
a ti mismo:
"Dios es la fortaleza en la que confío".
Trata ahora de deslizarte más allá de todas
las preocupaciones relacionadas con tu propia
sensación de insuficiencia.
Es obvio que cualquier situación que te causa
inquietud está asociada con sentimientos de
insuficiencia, pues, de lo contrario, creerías que
puedes lidiar con la situación con éxito.
Confiando en ti mismo no es la manera de adquirir
confianza. Mas la fortaleza de Dios en ti tiene éxito
en todo.
Reconocer tu propia debilidad es un paso
necesario para la corrección de tus errores,
pero no es suficiente para darte la confianza
que necesitas, y a la que tienes derecho.
Debes adquirir asimismo la conciencia de
que confiar en tu verdadera fortaleza está plenamente
justificado en relación con todo y en toda
circunstancia.
En la última fase de cada sesión de práctica, trata
de llegar muy hondo dentro de tu mente a un lugar
de verdadera seguridad. Reconocerás que has llegado
cuando sientas una profunda sensación de paz,
por muy breve que sea.
Despréndete de todas las trivialidades que bullen
y burbujean en la superficie de tu mente, y
sumérgete por debajo de ellas hasta llegar al Reino
de los Cielos.
Hay un lugar en ti donde hay perfecta paz.
Hay un lugar en ti en el que nada es imposible.
Hay un lugar en ti donde mora la fortaleza de Dios.
Repite la idea frecuentemente en el transcurso
del día.
Úsala como respuesta a cualquier cosa que te
perturbe.
Recuerda que tienes derecho a la paz porque
estás depositando tu confianza en la fortaleza
de Dios.