En la blanda cavidad de mi cuerpo ardes. En el espacio donde impera la noche tiemblas. En las sombras donde los dementes clemencia piden te arrodillas. En la profundidad del sueño roto apareces. En nombre del Maestro que llegó a salvarnos imploras. Ahí, donde el olvido a jirones llega palpitas. Ahí, donde tu memoria no tiene sosiego existo. Ahí donde el alma absorta se ciñe uno a uno yacemos juntos. Ahí donde mi corazón oprimo antes de que el llanto llegue y me avergüence te desconozco.