"Vi todos los espejos del planeta y ninguno de ellos me reflejó". Jorge Luis Borges.

Fue aquel día cuando me levanté de súbito por un sueño extraño. Me sentía incomoda con mi cuerpo, distinta con mi armonía. Una presión extraña en la boca del estómago completaba aquella sensación desconocida.

Caminé hasta el baño, me lavé la cara inclinada sobre el lavamanos. El agua junto con el clima vespertino refrescaba mi rostro. Al regresar mi cuerpo a su posición natural de 180 grados fue cuando la vi.

Frente a mi estaba un espejo y en él se reflejaba un rostro sin vida, aquel rostro desanimado... unos ojos castaños oscuros, grandes ojeras, todos los desperfectos resaltados por aquella luz blanquecina. El rostro intentó esbozar una sonrisa que se convirtió en una mueca vacía de contemplación.

Mientras, yo me sentía rebosante en ganas de salir y respirar aquel aire fresco, sentir el sutil calor que ofrece el sol de la mañana; pero aquellas ansias sólo se asomaban con un brillo escondido en los ojos del espejo.

Ahora la que está del otro lado, aquella mujer que antes intentó sonreír, está estudiando su rostro: lo gira a la derecha, nuevamente surge esa mueca vacía seguida por una línea recta en su boca... gira el rostro a la izquierda, ella observa su nariz, se siente con más desperfectos que nunca...

Frente al espejo pasa sus dedos por el cabello, no nota que la observo, lo alborota con sus manos y luego lo peina. Me pregunto... ¿Por qué esos largos suspiros que ensanchan su pecho?.

Mientras la observo, la dama reflexiona, piensa y finalmente me ofreció una sonrisa sensata, seguida por carcajadas de bienestar... finalmente entendió que el espejo no me refleja a mí...

Estiré mi cuerpo y lo sentí unido nuevamente con mi alma, aquella extraña sensación se alejó. Entiendo que es hora de salir y enfrentarme al mundo...