Una vez entré en un almacén
en que se vendía casi todo a cien.
Con el euro pierden su razón de ser,
subieron a ciento y sesenta y seis.
Allí había de todo menos de comer,
por eso yo sólo voy de vez en vez.
El ama de casa y el amo también
con tanto artilugio lo pasan fetén.
Para un “Tres en uno” que iba a coger
no hacía ni falta más tiempo perder.
El hombre es curioso como es la mujer;
Ninguno se libra ni tiene por qué.
El caso es que viendo en un anaquel
pequeñas figuras muy dignas de ver
me hice con algunas; y cogí papel…
de escribir, con rayas marcadas en él,
y… algunos cuadernos que venían bien…
que algunos estudios tenía que hacer,
y un cuentecito…para mi Joel,
un nieto muy chico que aprendía a leer,
y unos tornillitos… para el canapé
que junto a la mesa quería poner,
más una… bombilla para el flexo aquel
que me regaló mi amiga Isabel,
y pilas… y clavos… y no sé yo qué…
que me parecía debería tener.
Así es que cuando al fondo llegué
y ví el “!Tres en uno!”junto a la pared,
el pequeño bote no pude coger,
lo que yo quería y por lo que entré.
Vinieron abajo tornillos, papel,
alguna figura se pudo romper.
-“Coja usted una cesta en que puedan caber
todas esas cosas.”¡Tome, coja usted!
Al buen dependiente nervioso miré.
Recogí el objeto, metí todo en él
y sin que vieran allí lo dejé.
El tubo amarillo que “vale por tres”
tomé del estante pagué y me marché.
¡Qué peso de encima me quité esa vez!
Pero hay otras veces que…!Jopé, jopé…!
Te cargas de cosas… sin tener porqué.
Antonio Lozano Raspal