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General: PEPE´S DOS
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De: SILA4141  (Mensaje original) Enviado: 01/07/2010 18:28

odo lo quiero


El pequeño dios protector y amo del país descargaba su omnímodo poder sobre sus sufridos o no gobernados. Puro paternalista, interesado en el bienestar de sus obligados vasallos procuraba el pan y el trabajo para su pueblo, eso sí, a costa de las libertades personales y colectivas. El trabajo llegaba a casi todos los hogares y el futuro se presentaba prometedor. Los que antes casi nada tenían gozaban ahora con la visión de una vivienda en propiedad colmada de comodidades. En poco tiempo las casas comerciales se iban encargando de llenarles las casas de aparatos de todo tipo, electrodomésticos a cambio de letras firmadas pagaderas o no. En algunos casos recurrieron a introducir los enseres en los hogares sin compromiso de pago, a prueba, con la intención de crear necesidades nuevas.

El forzado cliente solía aficionarse a aquello que le facilitaba las tareas domésticas o le proporcionaba algún tipo de placer o esparcimiento. Luego venían las facilidades para abonar lo adquirido de forma tan involuntaria. Los vecinos de cada pueblo veían llegar el camión de las neveras, lavadoras donde más bien se repartían como si fueran patatas sobrantes de la cosecha. Más adelante se hizo igual con los televisores haciendo montar improvisados repetidores en la zona más elevada de los alrededores con múltiples fallos en la recepción de la única cadena televisada. Todo ello llenaba de ilusión los corazones de los compradores. Era el principio de una nueva era. El boom de la sociedad de consumo.

En la casa de los Salina la abundancia se iba esparciendo por todos sus rincones. La pequeña vivienda se veía profusamente amueblada y raramente decorada, sin carecer de algún detalle en lo que a aparatos modernos se trataba. Las paredes empapeladas en su parte alta y con friso de madera a la altura de un metro del suelo.

Pepe, el jefe de la casa, era encargado de un taller de pintura de coches. Las horas que tiene el día le parecían pocas para ganar dinero. TRABAJAR PARA TENER, parecía ser su lema. Madrugaba y trasnochaba en la propia tarea. Se había propuesto llegar a lo más alto para no volver a pasar hambre ni calamidades, él y su familia y disfrutaba como el que más consiguiendo en cada caso lo mejor, lo más grande. “Mira, Natiii…. lo que te traigo” Venía una tarde diciendo a voces, mientras subía la empinada cuesta de la calle hacia su domicilio. “Natiii mira, mira. Para ti. Para la niña.” Enarbolaba con las dos manos el jamón que debía de ser el primero que en su vida consiguiese. Algunos vecinos pegaban sus caras a los cristales de sus ventanas dispuestos a contemplar la figura formada por Pepe y su jamón con expresión divertida. Nati se asomó por la terraza de la cocina. Era Diciembre, próximo ya a la fiestas navideñas. Ella, en bata y zapatillas, miraba hacia allá abajo, desde el quinto piso como su Pepe se acercaba a la verja del Portal. “!Pepe, Pepe mío, qué alegría! ¡Sube, Pepe!”

La niña permanecía en la cocina a la espera. “Es papá que nos trae una sorpresa” Dijo. Luego me contaron que entre los tres dieron cuenta del jamón en las primeras veinticuatro horas, tal era su desenfrenada afición a devorar cuanto se les ponía a mano. Sus propios vecinos del cuarto piso fueron invitados a contemplar su más reciente mobiliario (lo renovaban a menudo todavía en buen uso), por cierto al ser introducidos en el salón encontraron al padre y a la hija sentados en la alfombra en el centro de la estancia. Todos tres estaban dedicados a consumir el enorme racimo de plátanos como una verdadera familia de monos.

Era la señora Martina la vecina predilecta de Nati y a quien acudía para cualquier menester, sobre todo a la hora de limpiar la casa. “Señora vecina, ¿me prestas tu escoba? Estoy siempre para comprar una, pero se me olvida” Tener de todo menos escoba podía ser un motivo para tratar con la vecina.

En el mercado, muy próximo al portal, ya estaban curados de espanto,. Ver a la Nati en bata y zapatillas, no llamaba la atención de quien la conocía. Cuando llegó la estación del frío, la Nati, igualmente ataviada en su interior, lo cubría con un elegante abrigo de piel hasta las mismas zapatillas con agujeros. “Me tienes que comprar unas zapatillas” Le decía a su marido y él le contestaba: “Ya sabes, te compro doce pares o no te compro ninguno”

En todo lo que hacía ponía Pepe el máximo interés como si le fuera la vida en ello. Cuanto contaba a los demás quedaba recubierto con tintes de exageración difíciles de dar crédito. Conociéndole aún se podría pensar que aún se quedaba corto. Era además de jefe del taller de pintura, probador de coches tras ser reparados..Según sus propias palabras conducía “a toda leche” sobre todo coches extranjeros. Se “bebía” los kilómetros por la carretera hacia el aeropuerto o en la Cuesta de las Perdices.

El vecino del cuarto pudo comprobarlo por sí mismo, contaba: “Le digo a Pepe, el pintor, que sabéis que prueba los coches de su taller que he comprado un coche de segunda mano. Es un SEAT 600 que parece estar en buen uso. Le propongo probarlo y me dice que sí. Bajamos con otro vecino que les gustan los coches a rabiar. Nos metemos en el coche aparcado cuesta abajo. Pepe arranca, mete marcha atrás, gira luego el volante para salir y el motor ruge cuesta arriba en una calle de sentido único el largo trecho que le separa de la transversal.”Agárrate, Paco” Se dice a sí mismo el vecino con temor. Yo que sujetándome no salgo de mi asombro veo como pega un volantazo hacia atrás, rechinan los neumáticos y salimos disparados hacia la salida del barrio para tomar la carretera que conduce a la salida del barrio como si nos persiguieran todos los “polis” de la nación. ¡De película macho! Mas que un utilitario parecía un bólido de carreras. “Joder, Pepe, que se me están poniendo aquí!” Señalaba la garganta el otro vecino. El taimado conductor no hacía más que mirar de modo malicioso. Cada adelantamiento en aquella carretera estrecha y con panza en el centro de la calzada era un peligro para… para… la humanidad.“!Pepeee!” Gritábamos los acojonados viajeros. Se echaba a la derecha en el instante antes de colisionar con el camión que venía de frente. Así los cuatro kilómetros ida y luego vuelta a nuestro punto de origen”

A Pepe debió parecerle, sin embargo, que el modesto SEAT 600 era muy susceptible de mejora, así que al que se compró pensó mejorarlo en su rendimiento de motor. Dos semanas más tarde de lo acontecido le vieron realizar su salida triunfal en cuesta arriba y marcha atrás con absoluta solemnidad. El sonido de motor atronaba la calle más que si llevara escape libre. Luego explicó que en el taller le habían acoplado un motor del modelo SEAT 850. ¡La repanocha! ¡El invento del siglo!

Tal era él, así era ella de original. Aunque baja de estatura, algo rechoncha, hacía esfuerzos insuperables para su tamaño. Ya era bastante subir cargada con la compra al quinto piso sin ascensor. Cuando el butanero estaba muy ocupado la buena Nati se echaba al lomo un delantal y se subía los cinco pisos con la bombona cargada al hombro. Tenía a la hija tan bien cuidada, decía, que no había en todo el barrio una niña tan bien atendida. Tal fue la muestra un día de frío Otoño en que una vecina encontró a su hija en el descansillo de la escalera junto a la puerta de su vivienda con muy poca ropa. “Pero Juanita ¿Qué haces aquí tú sola y casi desnuda?” “Es que mi madre se fue a la compra y me ha vestido sólo con esto porque me ha dado mucha acetona.” Respondió la niña y añadió seguido. “Le dijo el médico que me tuviera lo más fresquita, lo más fresquita…”

Famosos fueron los veraneos de la familia Molina para la vecina cuando la Nati así le contaba: “Pues mire usted, señora Martina, el pueblo era más bien pequeño, pero, ¡había un lujo! No se puede usted hacer una idea. Por las tardes, en el paseo, la gente iba pero que “mu” elegante. La primera tarde que “estemos” en la calle Mayor del pueblo, señora, ¡Qué vergüenza! “Paecíamo” los pobres del pueblo. “Tol” mundo con ropa de fiesta, como en domingo. Así que dije a mi Pepe : me tienes que comprar ropa, algún “vestío”, hijo. Y nos hemos “venío”, porque mi Pepe me dijo otra vez: “No te compro un vestido, o te compro doce o no te compro ninguno” Y “aluego” nos iremos a esa pueblo de Salamanca y como nos pilla de paso daremos una vuelta por Benidorm. Y en fin la dejo que tengo a mi Juani solita.

Quince años antes los hermanos Molina en número de 8 ocupaban un sitio en uno de los mayores espacios chabolistas de la capital con sus padres venidos de Extremadura. Al igual que Pepe, los demás tuvieron que abrirse camino como pudieron, empezando de aprendices en los primeros trabajos que a los chicos se les ofrecían. Desde los catorce años o antes realizaban pequeñas tareas, iban a los recados, recibiendo no sólo regañinas, sino también golpes cuando no hacían los encargos a satisfacción del jefe o de los oficiales. Tras cuatro años de aprendizaje se obtenía la oficialía en tercer grado y sucesivamente, por méritos o conocimientos adquiridos se iba ascendiendo de categoría.

Pepe ya era oficial de primera a sus veinticuatro años. Había hecho el Servicio Militar en los Regulares del Protectorado de Marruecos, de lo que se jactaba con bravuconadas contando historias de lo más increíbles. Conoció a la Nati unos años antes, que le esperó hasta que Pepe terminó el período militar. Nati era bajita, gordezuela, de cara más bien agraciada y bastante dispuesta. La mayor de seis hermanos estuvo siempre al cuidado de los más pequeños mientras su madre trataba de sacar adelante a la prole haciendo servicios de limpieza a domicilio. Con el padre poco había que contar. Era albañil y la mayor parte de lo que ganaba en la obra se lo gastaba o se lo jugaba en la taberna el sábado cuando cobraba. No le quitaba nadie su partido de fútbol. Hincha del atlético de Madrid, cuando perdía, algo a menudo, chillaba a todo el mundo, pegaba a su mujer y se quedaba sin cenar. A la pobre madre lo poco que le daba su marido no le llegaba al Martes, por ello tenía que ir asistir para suplir la diferencia.. Con todo, si los hijos lo pasaban mal, la madre, peor. Así que la Nati tuvo que ponerse a trabajar en un taller de cartonajes cuando tuvo la edad. Allí hacía cajas y todo tipo de envases para productos alimenticios y farmacéuticos.

Cuando la pareja juntó el suficiente dinero para la entrada de un piso solicitaron uno al Ministerio de la Vivienda. Tres años después se lo concedieron y rápido se dispusieron a hacer los preparativos de boda. Para entonces Pepe ya conducía, aunque sólo era propietario de un simple ciclomotor primero y luego una flamante Lambretta de 150 c. c. con la que él, como aficionado a la velocidad corría a todo lo que el motor daba de sí.

Fijada la fecha de la boda todo era nerviosismo. Los novios recorrían las tiendas incansablemente con la idea de abarrotar la nueva casa con todo lo habido y por haber. Pepe le gritaba a la chica palabras encendidas de amor:”Nati, que mañana te voy a comer la chirla” “Si, Pepe y yo a ti el cipote, macho” Era ella de un pueblecito de Jaén, en donde la palabra cipote tenía otro significado. El maestro un día le había explicado cuando era niña que la palabra venía del tiempo de los romanos cuando una vez dos soldados llegaban sedientos y se encontraron un pozo en las cercanías de Úbeda. “Si potest”, si puedes, dijo el uno de intentar sacar agua, sin conseguirlo, quedando para futuras generaciones con el significado de bobo, tonto, inútil. Cuando la niña Nati vino a Madrid con sus padres y hermanos le hizo gracia que esta palabra se destinara a nombrar el órgano masculino en cuestión. Por otra parte la idea de tener uno en sus manos debía volverle loca por momentos. Eran los tiempos en que los novios solían ir vírgenes a la noche de bodas.

Y ya entre arrumacos y distracciones la moto en que iban ambos derrapó al pisar una mancha de aceite. Era la víspera del ansiado evento y a Pepe, embelesado con la visión del día siguiente no le dio tiempo a aminorar la marcha, que era mucha. Salió despedida la pareja, cada uno por un lado de la moto, produciéndose diversas lesiones, por fortuna ninguna de gravedad. La moto quedó bastante deteriorada, pero funcionaba. Sin pensarlo un momento Pepe agarró el manillar, levantó la moto, hizo que su pareja se montara tras él y juntos se dirigieron al Equipo Quirúrgico más próximo contusionados y algo inconscientes.

La boda se celebró no obstante el malogrado suceso del día anterior, La novia con tiritas en la cara y otros apósitos en salvas sean las partes, con una pierna vendada que con el traje de novia no se apreciaba. El novio con un brazo en cabestrillo y una venda en la cabeza, cojeaba sólo ligeramente cuando los sones de la Marcha Nupcial se elevaba hasta la bóveda de la iglesia del barrio..

Y pasaron años felices a su manera, pero llegó un día en que a Pepe debió parecerle que era bien poco lo que había conseguido para él y su familia, así que se propuso emprender más altos vuelos. Para ello pensó en solicitar un puesto de trabajo en la compañía aérea IBERIA adonde dos de sus hermanos ya ocupaban sendos empleos. Poco tiempo después de echar la instancia recibió los temas de Concurso-Oposición que correspondían al examen de ingreso. Pepe había aprendido a leer y algo de cuentas en un colegio de primaria cuando era muy pequeño. Empezó a trabajar a los trece años y nadie le preguntó si sabía leer bien o mal. Su afición a la lectura no pasaba de hojear historietas de Mortadelo y Filemón. Pero Pepe se aplicó al estudio de los temas como si le fuera la vida en ello. Ya el test de cultura general que comprendía cien puntos a A, B, C, suponía demasiado para él. Puso todo su empeño en una academia de preparación, dedicando muchas horas libres a empollar la Geografía, la Historia, las Matemáticas, la Gramática y un breve cuestionario de preguntas y respuestas de las frases más usuales del inglés coloquial.

Pepe aprobó su examen de ingreso figurando en los primeros puestos, como contaba a todo vecino que se ponía a tiro. Fue admitido como oficial pintor en los hangares del aeropuerto de Barajas. Nada parecía asustarle para llegar a lo más alto. Así, un día encaramado en la parte anterior de un avión se dedicaba a pintar la carlinga cuando la correa que le sujetaba se abrió y el buen Pepe fue a dar con sus huesos en el duro suelo de la pista. Pepe se partió el cráneo, pero siguió viviendo. Su recuperación fue larga y difícil, pero salió una vez más triunfante, una vez más fortalecido incluso en tan desafortunada experiencia.

Pepe y familia con el tiempo mejoraron su situación económica de tal suerte que se compraron un piso mejor cerca del aeropuerto. Lo último que se supo de Pepe se lo contó alguien a su antigua vecina más querida. “Pues verá, señora Martina. Resulta que me doy de sopetón con Pepe, el que vivía en el quinto, pasando yo unos días en un camping del Escorial. Tras los saludos de rigor me espetó: Mira, mira qué barra de hielo me he “agenciao” , al tiempo que abría el capó trasero de su recién estrenado SEAT 1.400 D. Genio y figura…

ANTONIO LOZANO RASPAL



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De: LILIAN Enviado: 02/07/2010 08:02

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De: LILIAN Enviado: 02/07/2010 08:02


 
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