Cuando alegras a los demás, no tienes
manera de evitar sentir alegría. Enseñando
a los demás, no puedes dejar de aprender, de
manera profunda y sustancial. No puedes
forzar a nadie a comprenderte. Sin embargo
intentando sinceramente comprender,
lograrás ser comprendido.
La mejor manera de lograr que tu punto
de vista sea aceptado no es gritando. Es
escuchando como sabrás de qué manera
hablar más efectiva y convincentemente.
La mejor manera de ayudarte a ti mismo
es ayudando a los demás. Esa hermosa paradoja
es la base de la civilización en su forma
más maravillosa.
Cuanto más positivamente afecte tu vida a los
demás, más brillantemente se
reflejará a su vez en ti.
Si te sientes un poquito deprimido, ofrece
tu bondad, tu cuidado, tu tiempo y tu
atención a alguien. Y haciéndolo levantarás,
como mínimo, a dos personas.