Mientras camino absorta, mi mente se llena de sonidos conocidos: palabras, risas, el sonido de la tierra, de la lluvia.... Sonidos que siempre están ahí pero no percibo de ser tan cotidianos, de tanto oírlos.
Estamos tan inmersos en la vorágine de vivir el día a día, que nos olvidamos por completo de esas pequeñas cosas, que no advertimos por estar ciegos y sordos a todo aquello que no nos afecte de un modo directo.
¿Cómo podemos no percatarnos del susurro del viento al acariciar nuestra piel?, ¿necesitamos cerrar los ojos para poder sentirlo?.
¿Cómo podemos ser indiferentes a la risa de unos niños jugando, tan solo por no ser nuestros?.
¿Cómo nos hemos endurecido tanto que, al ver una madre o un padre, intentando acceder a un recinto público con un hijo postrado en una silla de ruedas, no hacemos el menor gesto por ayudarla a que comparta nuestro mismo espacio?.
¿Cómo podemos ser tan indiferentes cuando vemos un invidente intentando cruzar una calle y no hacer nada para acompañarlo, sólo porque lleva un bastón y eso es excusa suficiente para tranquilizarnos?.
¿Cómo podemos ver un anciano caminando con dificultad y ni tan siquiera darle una mano para que se apoye porque no nos conmueve ni un átomo?.
¿Cómo podemos ver los diarios cada día y cambiar el canal o pasar la página del periódico ante las noticias de las guerras y las matanzas en nombre de la fe y las ideas y quedarnos impasibles?
Si no somos capaces de advertir todo esto, ¿como vamos a ser capaces de percibir los sonidos del silencio?, esos sonidos tan nuestros y tan cercanos pero, a la vez, tan lejanos?.
Sólo de escribir esto ya me siento triste, y lo peor es que poco puedo hacer por remediarlo. Por más análisis de conducta y más reflexiones que haga, después de unos días de compromiso, de nuevo todo olvidado.
¿Cómo podemos?, y lo que es peor aún. ¿Cómo puedo?
Un beso
Mayte®