Para educar a un niño, no basta con enviarlo a la escuela, por buena que ésta sea. Si en casa los padres dan a su hijo el espectáculo de sus disputas, sus mentiras, su deshonestidad, ?cómo pueden imaginarse que van a educarlo? Se ha observado que un bebé se ha puesto enfermo y ha manifestado trastornos nerviosos debido a las continuas peleas de sus padres, incluso sin haberlas presenciado. Estas disputas crean alrededor de él una atmósfera de desarmonía que el niño acusa, porque está todavía muy unido a sus padres. El bebé no es consciente, pero su cuerpo etérico es el que recibe los golpes.
Algunos padres se comportan de una forma tan inverosímil que uno no puede evitar el preguntarse si verdaderamente quieren a sus hijos. Ellos, evidentemente, dirán que los quieren. Pero no es así, porque si les quisieran cambiarían de actitud, procurarían al menos corregir sus debilidades, que se reflejan muy negativamente en sus hijos. Mientras no se esfuercen por conseguirlo, se puede afirmar que no los quieren de verdad.