Del latín vinco - vincere (vencer), se forman por una parte el adjetivo victor, que nos dará el nombre de Víctor, muy frecuente ya entre los romanos; y por otra parte el participio presente vincens, vincentis, del que obtendremos el nombre de Vicente más propio de la era cristiana. Con toda probabilidad está sacado del Apocalipsis 2,17"Vincenti dabo manna abscónditum..." "Al que venza (Vicente) le daré un maná escondido, y una piedrecilla blanca, y en ella un nombre nuevo escrito que nadie conoce, sino quien lo ha recibido". Un nombre acompañado de esta promesa, forzosamente tenía que ser atractivo. Y en efecto, se extendió mucho por toda la cristiandad y en todas las épocas.
Los Vicentes celebran su onomástica mayoritariamente el día de San Vicente Ferrer (5 de abril; si cae en Semana Santa, el segundo lunes de Pascua); san Vicente de Paúl (27 de septiembre); san Vicente diácono y mártir (Huesca, fines del siglo III, - Valencia 304) patrón de Zaragoza, Valencia y otras ciudades de España (22 de enero); pero el santoral menciona veinte santos más. La multitud de santos que tan bien llevaron este nombre (san Vicente de Paúl, otro grande entre los grandes), la inconmensurable figura de san Vicente Ferrer y el reconfortante significado del nombre, son como para sentirse ufanos de llevarlo.