En el retiro del corazon
Hace algunos
meses, publiqué en este espacio una columna titulada “Los secretos del
sótano”, en el que describía un retiro que terminó en una mágica cena en los
subterráneos de la abadía de Melk, en Austria. En ese artículo, yo comentaba
que al dirigir la mirada hacia los sótanos de mi alma, todo lo
que encontraba allí eran mis errores, y que procuraría organizarlos de
manera que no me asustasen, y me ayudasen a comprender mejor lo que no debía
repetir. Estaba en la compañía de algunas personas, entre las que se
encontraba el Abad Dr. Burkhard Ellegast, de la Orden Benedictina, al que
considero un maestro espiritual, aunque no consigamos comunicarnos
directamente a través de una lengua común (yo ni siquiera consigo pedir un
vaso de agua en alemán). Para mi gran sorpresa, el abad Burkhard escribió
más tarde un texto sobre “Los secretos del sótano” que voy a adaptar aquí en
parte. «Muchas veces solemos preguntarnos: ¿Cómo pudo ocurrirnos a
nosotros semejante cosa? De repente, estaba rodeado de personas que
estaban dispuestas a reflexionar sobre el significado de la vida. ¿Qué
podría yo decirles, si todo lo que me había ocurrido durante mi existencia
era entrar aún joven a un convento, y más tarde asumir la dirección de esta
abadía durante veintiséis años? »Pienso que las personas me miraban como si
yo tuviera una respuesta para todo. Pero decidí que lo único que haría sería
hablar un poco sobre mí mismo. Decir que mi fe es capaz de mantenerme
vivo y entusiasmado para seguir adelante, a pesar de los momentos de
pesimismo. Entonces expliqué mi lema: si yo diera un paso en falso y me viera
arrastrado hacia el fondo, tal cosa nunca ocurriría discretamente. Todo el
mundo me vería gritando, pataleando, agitando banderas, de modo que pudiera
servir de alerta para los que me siguieran. »Como consecuencia de este
principio mío, sé que difícilmente arrastraré a otras personas hacia mis
errores, y, por tanto, consigo dominar mi miedo y me arriesgo a dirigir mi
barco hacia aguas desconocidas. Soy consciente, claro está, de que si
empezara a ahogarme, a pesar del ruido que estuviera haciendo, aún podría
levantar mi mano y pedir: ¡Dios mío, por favor, ayúdame! Sin asomo de dudas,
seré escuchado, y se abrirá un nuevo camino. »En su artículo, Paulo Coelho
comenta que se quedó muy sorprendido al ver que yo lo presentaba usando un
texto de su libro Once minutos [el libro trata sobre sexo y
prostitución: ¡cómo no iba a sorprenderme! ]. Yo hablé sobre un pasaje
del diario del personaje principal, en el que ella cuenta la historia de
un bonito pájaro que solía visitarla. Ella lo admiraba tanto que un día
resolvió prenderlo en una jaula, para poder así tener siempre presentes su
canto y su belleza. Con el pasar de los días, ella se acostumbró al nuevo
compañero, y perdió el deslumbramiento de esperar a aquella alma libre
que la visitaba de vez en cuando, sin coerción alguna. El pájaro, por su
parte, no conseguía cantar en cautiverio, y acabó muriendo. Sólo entonces
ella logró entender que el amor requería libertad para aprovechar todo su
encanto – aunque la libertad comporta riesgos. »Todos tenemos tendencia a
pretender el cautiverio porque solemos ver la libertad como algo que no tiene
límites ni responsabilidades. Es por esta razón por lo que intentamos
esclavizar todo lo que amamos, como si el egoísmo fuera la única manera
de mantener nuestro mundo equilibrado. El amor no limita: amplía nuestros
horizontes, podemos ver claramente lo que está fuera, y podemos ver con
mayor claridad aún los lugares oscuros de nuestro corazón. »Aunque yo no
hablo inglés, podía entender todo lo que los ojos y los gestos de Coelho
estaban diciendo. Todavía me acuerdo de cuando me preguntó, a través de otra
persona allí presente, qué debía hacer a continuación. En ese momento le
respondí: sigue buscando. »Y cuando encuentres algo, continúa buscando de
todas formas, con entusiasmo y curiosidad. A pesar de los errores
que eventualmente puedas cometer, el amor es más fuerte, permite que el
pájaro vuele en libertad, y cada paso ya no será apenas un movimiento hacia
delante, sino que contendrá en sí mismo todo un nuevo camino».
Paulo Coelho
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