No guardes para mañana, ni tan siquiera para luego,
lo que ahora, en este mismo instante, puedes mostrar;
no dejes esa palabra que aunque para ti no sea nada,
a otra persona montañana puede comenzar a levantar;
no dejes el son, la melodía, que acompaña tu vida,
aunque sus acordes no sean perfectos ni bellos;
no esperes sin más que acontezcan cosas maravillosas,
pues es uno mismo quien las hace bellas y eternas;
no dejes de caminar sin dejar rastro alguno,
pues tras de ti existe un haz infinito de luz para caminar;
no dejes que la falta de fuerzas te impidan un sólo paso,
pues la quietud impide un sólo rayo de sol vislumbrar.
No te quejes si despiertas, no desesperes por un día más,
pues en este nuevo día, la oscuridad o claridad puedes hallar,
mas si la oscuridad, trata de hallar la luz de la paz,
mas si la claridad, ve con paso firme y sin mirar hacia atrás.
No invalides este instante, este segundo, que no sucederá más,
mas la incertudumbre de los pasos, sólo es señal de inseguridad.
No dejes que la inseguridad abrace lo que el nuevo día renace,
que no te impida ver cada cosa minúscula que al triunfo te lleve;
no busques grandes metas, grandes pasos, no te estrelles,
busca esas cosas minúsculas que tanto sentido dan a la vida.
No cierres herméticamente las puertas de tu corazón,
pues aunque herido esté por defectos ajenos a tu razón,
el sol sigue fluyendo, la luz sigue entrando, el corazón sigue latiendo,
y la luz de la vida, mientras se encienda, debe ir entrando.
No busques más allá de donde tu razón no puede,
de donde tu lógica y tu mirada no pueden alcanzar,
no trates de encontrar respuestas a lo que no tiene valor,
y llénate de coraje y valentía para enfrentarte al nuevo día.
Y sobre todo ... no cierres la mirada a los demás y alrededor,
deja la mirada hacia ti mismo y a tu corazón,
que ellos por sí sólos caminan sin tu darte cuenta,
pero tu alrederor está repleto de personas y cosas,
que si no se perciben por uno mismo y no se da uno cuenta,
la vida pierde su valor y su sentido como tal y sin meta,
porque la vida somos todos... tú, él, ella, nosotros, todos.
Autora: Rosa Mª Villalta Ballester