Ríos que fluyen desde los montes,
estampas doradas de primavera,
¡cuán dulces los ecos de la ribera,
que atraviesan ondas interminables!.
Destellos que del horizonte reflejan,
caminos que atraviesan bellas sendas,
¡preciosos los colores de las flores,
que a su paso, brillantes se quedan!.
Sublime y abandonado el roble,
cuyas sombras abandonó el hombre,
¡cuán dócil es la bella naturaleza,
que, sin pedir nada, todo lo deja!.
Y, cuando el ocaso se hace presente,
cuando se enfría la tierra y el verdor,
¡qué hermoso oler el campo y el monte,
que, silencioso, deja paso al sucesor!.
Autora: Rosa Mª Villalta Ballester