La lluvia intermitente cae sobre los cristales,
una lluvia sosegada, apacible, lluvia agradecida,
cuya presencia cautiva tanto a los agricultores,
sana, predecible, tal vez pases y te quedes marchita.
La lluvia que tanto piden hombres que campos cultivan,
cuyas áridas tierras son frutos de ruegos y desdichas,
lluvia de agua, sí, como la lluvia de estrellas,
para proteger los montes y campos que atraviesa.
La lluvia incolora, insegura, penetrable e implacable,
una lluvia que no tiene fronteras, ni colores, ni razas,
cuyo aroma deja un bello aroma sobre la tierra,
potente, bajo el manto de un cielo completamente gris.
La lluvia a la que muchos molesta por no poder salir,
cuyas huellas borran la inquebrantable sed del sufrir,
lluvia de agua, sí, como la lluvia de esperanza,
para poder rogar que caiga y no deje de existir.
Autora: Rosa Mª Villalta Ballester