Crece, descúbrete... ¡Florece! Tú, como una flor, habrás de
encontrar el mejor momento (tal vez el menos esperado o el menos pensado)
para abrirte ante ti misma y sentirte orgullosa de ser quien eres. Crecer
puede resultar una experiencia dolorosa pero la grandeza que reflejes
iluminará tu vida y la de aquellos que te rodean.
Dale a
tu vida la oportunidad de no depender de nadie más que de ti misma.
Piensa en ti como la mujer que quieres ser.
Ubica lo
que te hace falta, trabaja por construir cada día un poco más de ese
proyecto. Haz del miedo el motor de impulso y no un ancla que te detenga.
Escoge
los colores con los que quieres brillar y déjate admirar por los demás:
siempre habrá una idea que puedas mejorar, una experiencia que quieras
repetir, un ejemplo que puedas seguir.
El mundo
no es color de rosa ni perfecto, pero está en ti que aquello que puede
nublar tus días no los obscurezca permanentemente.
Deja que
los recuerdos poco agradables sean sólo eso: recuerdos, no los cargues como
lápidas en tu espalda; el tiempo te ayudará a alejarlos pero tu voluntad
para no vencerte por lo que has vivido debe ser más
poderosa.
Parásitos y gusanitos siempre rondan los más
hermosos jardines pero no dejes que tus problemas se conviertan en plagas
que terminen con tu belleza interior.
Así como
siembras y cuidas un jardín, debes ser responsable de ti, cuidarte y
respetarte; poner límites que aseguren tu crecimiento y te cuiden de las
amenazas externas; proporcionarte los mejores alimentos para tu alma, tu
cuerpo y tu vida.
Florecer
es cuestión de tiempo, cuidado y paciencia.
Florecerás tanto como te lo permitas y tu vida
tomará la forma que tú decidas. Los obstáculos son una opción: tú los
retiras o los permites
a/d
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